El Estatuto de Gernika cumple hoy 45 años. Este aniversario invita a pensar que el texto que vascos y vascas aprobamos de forma mayoritaria en referéndum –una fórmula que a día de hoy parece una utopía, porque quien en este país tenga menos de 55 años no sabe lo que es eso en la práctica– aquel 25 de octubre del siglo pasado está viviendo la crisis de los cuarenta, tras haber padecido también la de los treinta. El Estatuto tiene pasado, presente y futuro. Eliminar, obviar o despreciar cualquiera de esas etapas –de dónde viene y cómo, y lo que ha significado; lo que es hoy en día; y lo que puede y debe ser y cómo, o sea, hacia dónde vamos– es engañarnos y engañar. Hoy es un día para recordar. Quienes tenemos memoria y visión histórica tenemos la obligación de compartir cómo se llegó a formular y poner en marcha el Estatuto: con sangre, sudor y lágrimas, literalmente. Con durísimas negociaciones con el Estado español, cuyos poderes fácticos tenían armas distintas a las de hoy, más violentas, con ruido de sables continuo; con fuerte oposición interna, política y militar; con dos ETA en activo sembrando la muerte y el miedo, una a favor de la vía del autogobierno y otra en contra. Pero, sobre todo, con una masa social concienciada, exigente, movilizada, que sabía lo que quería y lo reivindicaba donde fuera, incluso en la calle. Resulta difícil pensar hoy en una gran manifestación a favor, por ejemplo, del Concierto Económico, como aquellas que contribuyeron a dar fuerza en las negociaciones con Madrid. En esta crisis de los 45 que vive nuestro viejo Estatuto –aún muy vivo y con recorrido–, es obligado echar la vista atrás para conocer y reconocer todo aquello, mirar a nuestro lado para comprobar que el autogobierno ha servido y está sirviendo para tener una gran calidad de vida y concluir, también, que necesitamos un nuevo consenso, más mayoritario aún si es posible, para mirar cara a cara al futuro. No es tiempo de optimismo. La Euskadi satisfecha y la España centralista, la sociedad líquida, no están para innovaciones, me temo.