Nos dio varios titulares en su comparecencia de estreno ante el Parlamento Vasco el vicelehendakari segundo y consejero de Economía, Trabajo y Empleo, Mikel Torres. Personalmente, me parece de especial calado que anunciara la intención de promover un salario mínimo propio para la CAV. Hasta ahora, cuando se proponía desde formaciones abertzales, los guardianes de la unidad patria, entre los que también se cuenta el PSOE, se ponían en actitud de prevengan, porfiaban que la competencia para llevar a cabo tal medida correspondía en exclusiva al Estado y adornaban las argumentaciones aludiendo a la “desigualdad entre españoles” (con esa expresión, seguro) que provocaría su aplicación. Me alegro de que ahora sea un socialista nada sospechoso de veleidades nacionalistas quien ponga sobre la mesa la cuestión.
Del mismo modo, y aunque parezca un asunto de menor fuste, celebro que Torres prometiera también lo que definió como un “análisis profundo” sobre las bajas médicas en la demarcación autonómica ante la evidencia de que somos la comunidad del Estado que lidera de largo el índice del llamado (habría que darle una vuelta a la denominación) absentismo laboral. Como cabía esperar, el anuncio ha provocado dos tipos de reacciones contrapuestas. Por un lado, hay quien ha entendido que por fin se va a poner coto a lo que consideran desmadre de muchos currelas que se buscan cualquier excusa para no aparecer por el tajo. Por otro, se están dejando oír quienes denuncian un intento de criminalizar a quienes legítimamente se tienen que quedar en casa porque no están en condiciones físicas de trabajar. Como dicen de la virtud, la realidad se sitúa poco más o menos en el medio y, desde luego, es mucho más compleja. Hay, en efecto, quienes no pueden tomarse una baja casi ni al borde de la extremaunción y quienes se la toman a la ligera. Ojalá el diagnóstico del que habló el consejero sirva para que deje de ser así.