Hércules y su esposa Deyanira esperaban en la orilla del río Éveno a que el centauro Neso les ayudara a atravesar el cauce. Después de que cruzara el héroe, llegó el turno de su esposa y en ese momento el centauro intentó violarla. Hércules tomó su arco y con unas flechas envenenadas hirió de muerte a Neso liberando a su esposa. Sin embargo, antes de morir, Neso urdió su venganza ofreciendo su túnica envenenada con su propia sangre a Deyanira a quien dijo que aquella túnica podría revivir la llama del amor de su marido si fuese necesario. Pasado un tiempo, Hércules se enamoró de Yole, princesa de Ecalia, y Deyanira le ofreció a su todavía esposo la capa milagrosa que salvaría su matrimonio. En el momento en que Hércules se cubrió con ella hizo efecto el veneno haciéndole arder la piel, pero ni aun con toda su (hercúlea) fuerza consiguió quitársela. Incapaz de aguantar el dolor, mandó hacer una pira en el monte Eta y antes de arrojarse a las llamas perdonó a su amada que, destrozada por la pérdida de su marido, se ahorcó. Hércules, salvado de las llamas por su padre Zeus, fue conducido al Olimpo donde le fue concedida la inmortalidad. Los griegos clásicos llamaban Athlon a la recompensa de la inmortalidad, de ahí viene la palabra atleta.
La leyenda mitológica griega de la túnica de Neso es empleada en nuestros tiempos para describir un dolor moral del cual pretendemos huir sin éxito. Iñigo Urkullu, que es un atleta de la política, además de deportista constante, sufrió ese dolor moral cuando no fue renovado como candidato a lehendakari de forma tan súbita como inexplicada aún medio año después. Zeus, dios de dioses, no salvó a Hércules de las llamas de una oposición colérica, de unos sindicatos impostados, de unos medios de comunicación atizadores y de una ciudadanía indiferente acostumbrada a una gestión de gobierno tan cabal como deslustrada.
El interés público
Se impuso la demoscopia de olfato, ese rumor del mundo, esa oscuridad en la que todos los gatos son pardos, y de prisa y corriendo, la designación por el EBB de un candidato seguro y prometedor para amplios sectores que, llamativamente como es el caso de Bildu, hicieron votos de colaboración al lehendakari Imanol Pradales ya instalado gobierno.
Quienes propiciaron el descabalgamiento de Urkullu, los Dioscuros Cástor y Pólux, gemelos semidioses hijos de Zeus, jugaban con una carta en la manga: la personalidad del lehendakari ohia. Urkullu es un hombre de partido fuera de toda duda que ha aceptado su destino, además de analizarlo. Desde que llegó a las máximas responsabilidades políticas (BBB, EBB y Lehendakaritza), alcanzó el nirvana, la extinción del fuego interior, esa pasión cegadora del ansia de poder. Una persona que no desea no sufre, por lo que está en la mejor situación para servir al interés público, sin el condicionamiento de sus intereses particulares.
Los doce años como lehendakari de Iñigo Urkullu demuestran que aquella política formal, sin estridencias, comedida, se ajustaba a una realidad tan cambiante como imprevisible, pues muchas de las cosas que ocurrieron –fin de ETA, pandemia del covid, guerra en Europa, entrada de Bildu en el juego democrático sustentando incluso al gobierno de España– estaban fuera del alcance de la imaginación más desbordada.
La mayoría teníamos la seguridad de que la presidencia del Gobierno Vasco estaba en buenas manos. Claro que se cometieron errores y quizás el mayor de ellos fuera no destituir a ciertos consejeros causantes de los mismos, pero eso sería pedir a Urkullu que dejara de ser él mismo. Leal a los miembros de su equipo de gobierno y practicante católico, Urkullu cree que el juicio moral sobre los demás es una cuestión que cada uno debe arreglar consigo mismo, no proclamarlo a los cuatro vientos. En este punto no coincido con el lehendakari saliente, aunque quizás el futuro –del latín futurum: lo que ha de ser– le dé la razón.
La política vasca está experimentando un cambio espectacular de escenario. Las añosas compañías, EAJ-PNV, PSOE-PSE, Bildu (Izquierda Abertzale) y PP, se mantienen en cartel, pero son otros los actores que interpretan nuevos guiones, aunque tras las bambalinas se mantengan los mismos directores. Prometen hacerlo todo de forma diferente en un país que recela de los cambios si no suponen una inmediata y constatable mejora de las condiciones materiales. Parece que ha llegado el tiempo de los gestores políticos y que se dará primacía a la atención de la gestión, que no a la intención del proyecto político. Pura barahúnda.
Ver lo que tenemos delante de los ojos requiere una lucha constante, nos enseñaba George Orwell en El camino de Wigan Pier. Y lo que tenemos delante es el ataque combinado del mundo emergente antiglobalización liderado por Rusia como ariete bélico, China como apisonadora económica y los aliados de ambos dentro de la Unión Europea como submarinos políticos.
Rearme ideológico
Es obligado un rearme ideológico que debería empezar dentro de los partidos democráticos y sociales. Pero los partidos políticos están más interesados en sostener sus propias estructuras ocupando espacios institucionales y en administrar el presupuesto público que en afrontar lo que ya está llegando. Y lo que está llegando es el agusanamiento de la democracia con la polarización entre totalitarios de derecha e izquierda, tan enfrentados entre sí como conniventes en que “esto”, la democracia representativa, se acabe.
Urkullu, con su experiencia acumulada, su extensa agenda de contactos y su conocimiento de personas relevantes en distintos campos de la economía, el saber y la espiritualidad, bien podría dinamizar este debate sobre lo que está llegando. Así que, desde estas líneas, me atrevo a sugerirle que dedique sus mejores esfuerzos a este fin. Y por si algún cerebro brumoso pensara que me estoy proponiendo para algo, le adelanto que por ahí no van los tiros, que no voy a abandonar mi posición de francotirador partisano.
Le pido a Urkullu que no se aleje mucho del país en la búsqueda de compañeros para ese nuevo viaje, si es que lo emprende. Ni del país, ni de la matriz ideológica nacionalista vasca, pues cada nación habla de acuerdo con su forma de pensar y piensa de acuerdo con su forma de hablar (Herder). Porque como dice un proverbio de Iparralde del siglo XIX: “Quien va lejos a casarse, o se engaña o va engañado”.
Larga vida y muchos éxitos para Iñigo Urkullu, ahora investido con la capa de Neso, el dolor moral causado por la ingratitud que vino desde el lugar más inesperado. Mi agradecimiento por su opúsculo que acabo de leer Euskadi-Basque Country, Compromiso con las personas por el bien común, donde recoge a modo de legado una síntesis de sus realizaciones de gobierno en línea con las ideas fuerza que le inspiraron. Hombre formal y cumplidor hasta el final, ya ven. Y mi agradecimiento a Lucía Arieta-Araunabeña que tanta tralla ha tenido que aguantar durante estos últimos doce años.