Hace 20 años del 11M y conviene el ejercicio de recordar cómo nos pilló aquello, lo que pensamos y cómo se desenvolvieron esos días. Por un lado parece que fue ayer pero en cuanto rascas en la memoria descubres que fue hace muchísimo tiempo. No existían apenas las redes sociales, acababa de nacer el Facebook en los Estados Unidos y aún pasarían dos años más para que llegara Twitter. Desde luego nuestros teléfonos tenían poco más que una conexión precaria para mandar mensajes con alguna imagen, lentamente. Ni siquiera se había inventado YouTube así que lo terrible de los atentados, la catástrofe, también las mentiras y conspiraciones que se inventaron, nos llegaban mediante los medios clásicos, prensa, radio y televisión, que fue rápidamente monopolizada por un poder que supo desde esa mañana aciaga de marzo que si el atentado se demostraba islamista echaría al gobierno del PP mientras que si se mantenía la entelequia de la autoría de ETA colocaría al heredero Rajoy en la Moncloa. He leído estos días recuentos de diferentes personas y comprobado cómo algunos con responsabilidad entonces siguen siendo incapaces de autocrítica o reconocer su mentira interesada. Me he encontrado también datos e historias perdidas: recomiendo el gran documento audiovisual que este periódico ha montado en la web donde podemos revisitarlo con la perspectiva de los dos decenios pasados.

Unos días después del atentado los móviles se convirtieron en el vehículo de la respuesta popular. Ese “pásalo” que convocó a la gente en pleno día de reflexión a denunciar la impostura y la vergonzante acción partidista de la derecha fue todo un fenómeno social que ahora ya parece antiguo, en este mundo en el que la indignación, también la mentira y la conspiración, se ha adueñado demasiado del discurso público en las redes sociales.