La reciente –y actual– controversia en torno a la gestión de la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria ha puesto de manifiesto una serie de preocupaciones fundamentales sobre ese equipamiento cultural bicentenario que merecen una atención urgente. El conflicto, desatado por la externalización de la dirección del centro, ha generado un profundo malestar entre el alumnado, que se siente marginado y despojado de su voz en un proceso vital para el futuro de la institución.

En primer lugar, es imperativo abordar el tema de la transparencia. Los estudiantes reclaman con razón que se les informe adecuadamente sobre el proceso de selección de la nueva dirección. La decisión de externalizar este proceso por primera vez ha generado incertidumbre y desconfianza, especialmente al observar que no se exigen requisitos específicos relacionados con la pedagogía o las Bellas Artes. La falta de claridad en este aspecto socava la credibilidad de la institución y mina la confianza de la comunidad estudiantil.

Además, es preocupante la sensación de indefensión que experimentan los alumnos frente al patronato. A pesar de que los estudiantes contribuyen significativamente al presupuesto del centro, aportando un tercio del total, se sienten ignorados y desatendidos en las decisiones clave que afectan su experiencia educativa. La convocatoria de elecciones sin un proceso democrático adecuado y la falta de representación estudiantil efectiva en el patronato son claros ejemplos de esta desconexión entre la dirección y la base de la institución.

Por otro lado, es necesario cuestionar el papel de ciertas entidades en el patronato, como la Cámara de Comercio e Industria de Álava y la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. ¿Qué contribución real hacen estas organizaciones al buen funcionamiento de la escuela? ¿Por qué tienen una representación desproporcionada en comparación con el alumnado, que es la parte más afectada por las decisiones tomadas? Estas preguntas deben abordarse de manera urgente para garantizar una distribución equitativa del poder y los recursos en la institución.

En última instancia, este conflicto no se trata simplemente de una disputa administrativa, sino de una cuestión fundamental de democracia y participación estudiantil en la gestión de las instituciones educativas. El alumnado no solo tiene el derecho, sino también la responsabilidad de ser parte activa en la toma de decisiones que afectan su presente y su futuro académico.

En conclusión, es imperativo que las autoridades pertinentes aborden las preocupaciones legítimas del alumnado de la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria. La transparencia, la participación estudiantil y la equidad en la representación son pilares fundamentales de una educación democrática y justa. Es hora de que se escuche la voz del alumnado y se tomen medidas concretas para garantizar su participación significativa en la dirección y el funcionamiento de su institución educativa.