Esta vez hay que reconocer que el Gobierno español ha cumplido su promesa. El primer paquete de traspasos se ha materializado en tiempo y forma. Se hablaba de marzo como plazo aproximado, y la fumata blanca llegó incluso unos días antes del comienzo de mes. El pasado viernes se concretaron, uno detrás de otro, los acuerdos sobre las líneas de ferrocarriles de cercanías y sobre la homologación de los títulos universitarios extranjeros. Finalmente, el martes se certificó la trasferencia que permitirá a Euskadi gestionar la acogida de refugiados, y, como explica hoy Míriam Vázquez en estas mismas páginas, en unas condiciones más sólidas que, por ejemplo, las acordadas por Moncloa con Junts en materia de migración. Queda demostrado que la consejera Garamendi tenía razón las mil veces que tuvo que denunciar la falta de voluntad política. Cuando se quiere, como ha sido el caso, se puede. Ahora solo hay que desear que se mantenga la misma diligencia en las negociaciones de las muchas cuestiones pendientes.

Lástima que el parabién merecido al Ejecutivo de Pedro Sánchez haya quedado ensombrecido ayer mismo por la actuación en el Congreso de los dos partidos que lo forman. Como denuncia el PNV, PSOE y Sumar unieron sus votos a Vox para tumbar la iniciativa jeltzale que solicitaba activar los llamados Perte regionales de los fondos europeos. Que nadie piense que se trataba de una reivindicación con tintes identitarios. Se buscaba que las administraciones cercanas tuvieran la capacidad de gestionar unas partidas muy necesarias para sus ciudadanos y para su tejido productivo y, que, por lo demás, corren el riesgo de perderse si no se actúa con mayor agilidad.

Está muy bien predicar la cogobernanza, pero todavía está mejor practicarla. Y como hemos visto en demasiadas ocasiones desde la pandemia hasta hoy, Sánchez parece tener atragantada esa asignatura.