En el momento de redactar estas líneas José Luis Ábalos no había entregado todavía su acta de diputado, pero supongo que será –quizás ha sido ya– cuestión de horas. El exministro y ex secretario de Organización del PSOE puede ponerse muy digno y proclamar a los cuatro vientos la obviedad de que no está acusado judicialmente de nada, como ha hecho este fin de semana en televisión, pero eso no le convierte en inocente. En el mejor de los casos para él, sería responsable directo –uno de ellos– de que un personaje como Koldo García haya escalado hasta los estadios desde donde ha podido desarrollar su actividad presuntamente delictiva. Mucho antes de eso, sería ya difícil de explicar que alguien con los antecedentes de este sujeto pasara a convertirse en chófer, guardaespaldas y, finalmente, mano derecha de un ministro del Gobierno de España. Pero algún día se escribirá no sé si una oscura crónica o una novela negra sobre un menda que, de portero de puticlub, llega a consejero de Renfe. Por el camino, dos condenas por agresión, una de ellas mientras era concejal del PSN en Huarte, a pesar de la cual se le mantuvo en el cargo. Al chaval de 16 años al que, en Sanfermines de 2010, le rompió la cara en un bar de la Avenida de Galicia por llevar una camiseta donde ponía Independentzia, le gritaba mientras le sacudía: “¡Yo soy más vasco que tú!”. Salió con 900 euros de multa y, supongo, las felicitaciones de sus compañeros. No era Altsasu. De la otra condena fue indultado por Aznar. Hoy, nadie quiere acordarse de él. Ni en Iruñea, ni sobre todo en Madrid. Ábalos abandonará la política, si para estas horas no lo ha hecho ya. Al PSOE le urge quitarse este cadáver de encima cuanto antes, pero no sé si no va ya tarde. Por si acaso, me daría prisa en activar lo del remiendo orgánico para la transferencia de Tráfico, no sea que la legislatura sea corta. A Sánchez solo le faltaba que le crecieran los Roldanes.