El pasado domingo unas activistas lanzaron sopa sobre el cristal que protege La Gioconda en el Louvre. Querían llamar la atención sobre la necesidad de una alimentación sostenible. Hace año y pico había sido una tarta la que pringó el mismo cristal en una acción contra la dejadez climática. No hay daños relevantes ni irreparables, pero son acciones llamativas, como impedir el despegue de jets privados, encolarse a coches de lujo, pintar con zumo de remolacha el congreso de los diputados… para recordar que la crisis climática nos coloca en un punto en el que solamente quedan las acciones directas de desobediencia civil ante la inacción de las políticas y la economía. Por supuesto la forma de la protesta es opinable pero no se trata de delitos ni suponen una acción terrorista (como se ponía de manifiesto en análisis ministeriales que luego fueron matizados). Sin embargo hace unas semanas se produjo la detención en España de 22 integrantes de Futuro Vegetal. Se suma a varios juicios contra Rebelión Científica y otras organizaciones climáticas en diversos países, incluyendo la condena a más de dos años de cárcel al científico Mike Lynch-White por una acción pacífica o tantas otras historias que se vienen repitiendo estos últimos años. Da que pensar la criminalización de una protesta no violenta argumentada con datos científicos, en una denuncia sobre la inacción y la complicidad de los gobiernos, hechos que ya nadie duda. El tema es incómodo, pero cuando se cuestionan derechos fundamentales como la desobediencia civil o la protesta legítima debemos posicionarnos públicamente para defenderlos. Porque nadie daña las majas de Goya en una acción climática pero el daño a nuestro futuro se permite con toda impunidad y sin denuncia. Firmen contra la represión.
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