Todavía recuerdo cómo celebramos el entonces diputado general de Gipuzkoa y un servidor el consenso alcanzado para desarrollar la nueva Ley de Educación del País Vasco. A lo largo de estos meses, he felicitado al Consejero, y también a otras personas relevantes de diferentes partidos de nuestro pueblo, y así comencé mi comparecencia en el Parlamento Vasco.

Ley de Educación, ¿podemos recuperar el consenso?

He tenido oportunidad de “comparecer” dos veces al respecto del nuevo Proyecto de Ley. Una ante el Parlamento y otra ante el estudiantado de Derecho de Deusto que, en su proceso de aprendizaje, está mimetizando el proceso de creación de una Ley, en este caso y por su libre elección, de la nueva Ley que nos ocupa.

Dije que no era mi Proyecto de Ley. Es una Ley muy larga (dependiendo del soporte en el que materialicemos ambas, tiene hasta 3 veces más páginas que la Ley de Escuela Pública Vasca). Algo que me parece inadecuado si, como dice el Proyecto (art. 77.6), nos movemos en “escenarios de alta incertidumbre o volatilidad”, nos dura más de 30 años (como la Ley de Escuela Pública Vasca) o si tenemos en cuenta que va a ejercer su influencia durante toda la vida escolar de nuestro alumnado. Y, por cierto, también me parecía difícil que ilusionara a la comunidad educativa un texto tan extenso (¿cómo recordar más de 100 páginas?). De facto podría decirse que hay 3 leyes en una: una de Principios Educativos, otra de Planificación, Gestión y Estructuración de los Centros y una tercera de Evaluación. Supongo que se debe a la oportunidad política del consenso.

Aunque no voy a repetir mis comparecencias, baste decir que valoré positivamente el Proyecto Educativo, el Proyecto Lingüístico, y las posibilidades del Servicio Público de Educación. Y basándome en el propio texto solicité que su denominación fuera una Ley de Educación para el Éxito del Alumnado. Propuse un nuevo Eje: el del bienestar del alumnado y, eso sí, constaté que Innovación (o derivados) aparece unas 40 veces frente a Evaluación (y derivados) que aparece más de 130. Y señalé que necesitamos Centros Lean&Agile y no burocracias profesionales (consultar las obras de Henry Mintzberg). Por cierto, señalé que el Sistema tendrá éxito si los centros de una y otra red comparten algo más que el alumnado vulnerable.

Animé a que los grupos la mejorarán en el proceso legislativo y así aumentar el consenso. Y les pedí que valorasen el Proyecto de Ley por lo que posibilitaba y no se dejaran llevar por la sensación de que el papel lo soporta todo y que el Gobierno haría de su capa un sayo, porque ahí estaba el Parlamento para velar por un correcto cumplimiento de la misma.

Y, es desde esta perspectiva, desde la que escribo este artículo. Cuando comparecí no había referencia alguna a los modelos lingüísticos. Estructurar el Proyecto Lingüístico del centro sobre la base del “sistema de modelos lingüísticos vigentes” me parece un inmenso paso atrás.

No es que lo diga Tontxu Campos, el alumno que se formó en lo más parecido al Modelo A, o el padre con hijas que se formaron en Modelo D, el docente que recibe al alumnado en la Universidad, o el Ex-consejero de Educación, sino que lo han dicho los estudios del Gobierno del ISEI-IVEI o las evaluaciones realizadas al efecto, y también numerosas Tesis Doctorales: al finalizar el proceso formativo, todo el alumnado domina el castellano, y, ni siquiera todo el alumnado del modelo D domina el euskara.

Si el consenso sigue siendo “el dominio de las dos lenguas oficiales y el conocimiento óptimo de, al menos, una lengua extranjera” (art. 1.2) ya sabemos que el sistema vigente de modelos lingüísticos es ineficaz, al menos en lo que respecta a la lengua oficial que sigue siendo minoritaria casi 50 años después de que muriera el dictador.

Perjudicar el aprendizaje del castellano sería un error desde cualquier punto de vista, incluso para quienes queremos vivir en euskera (no podría escribir este artículo), pero dejar en manos de un sistema que se ha demostrado ineficaz en la recuperación de la lengua minoritaria sería ignorar la realidad e ignorar lo que la evidencia nos ha enseñado a lo largo de estos más de 40 años.

Es verdad que el Proyecto Lingüístico de centro es un desafío, pero no es menos cierto que en la época en el que la humanidad goza de mayor conocimiento de la historia, es un desafío abordable. Exige aprender del pasado y utilizar las best practices que se han desarrollado a lo largo y ancho de este mundo (incluido el modelo CLIL-Aprendizaje Integrado de Conocimientos a través de las Lenguas).

El PSE-EE ya sabe que su aportación a la educación vasca ha sido muy positiva en numerosos ámbitos y si es menester reconocérselo en esta Ley, hágaselo. Pero es difícil pensar que se aferre a un instrumento ineficaz (por cierto, definido en una Disposición Adicional de la Ley de Escuela Pública Vasca) para los fines que se dice perseguir.

Podemos decir que el sistema de Proyectos Lingüísticos es una evolución de aquel otro. Si lo que preocupa es el aprendizaje del castellano, y la referencia al nivel B2 no parece suficiente, podemos hacer mención expresa a refuerzos, u otras medidas garantistas.

Un alto funcionario de la casa me dijo: “Sailburu, no te metas con este tema; es la forma en la que tenemos los euskaldunes para poder aprender el euskera y para que quienes no quieran aprender euskera, aprendan castellano”, pero esta mentalidad no refleja el consenso de dominar las dos lenguas oficiales.

Se atribuye a Einstein el aforismo de que si hacemos lo mismo, obtendremos los mismos resultados. Si estamos de acuerdo en los fines, no empleemos medios que se han demostrado inútiles. Otra cosa es que el consenso sobre los fines sea impostado. Por eso, termino como empecé mi comparecencia: reforcemos el consenso y pongamos los medios para ello. Esta será una de nuestras grandes aportaciones a la comunidad educativa vasca para contribuir a construir una sociedad más inclusiva.

Exconsejero de Educación, Universidades e Investigación EJ-GV