La etapa ha servido para constatar el dominio y la superioridad aplastante del Jumbo. La foto final, con Vingegaard y Roglic escoltando a Kuss, ha definido a la perfección lo que ha sido la Vuelta. Han entrado juntos de la mano sin atender al esprint del resto de favoritos porque no les importaba perder tiempo y sí tener una imagen para la historia. Ese podio, con los tres del mismo equipo, quedará para la memoria. De cara a la general era muy complicado que algo sucediera en la jornada de Guadarrama a pesar de su aspecto de clásica. Sólo se podía esperar algún cambio mínimo en la horquilla del cuarto al sexto, entre Ayuso, Landa y Mas, pero aún así parecía imposible y ha pasado lo más lógico. Todo ha seguido igual. Muchas veces se invoca a tiempos pasados en recorridos de este tipo. Pero era en otro clase de situaciones, muy concretas. El Jumbo ha controlado como quería. Era el equipo más fuerte de la carrera de largo. Para no tener ningún contratiempo, algo excepcional, le convenía una fuga. Como hemos visto en esta Vuelta, ha habido dos carrera en una. La escapada, numerosa, la ha promovido otra vez Evenepoel en un terreno muy de su gusto. Mucha cota y no muy dura. Con él se han ido varios corredores de nivel. Siempre no se puede ganar. Evenepoel buscaba su cuarta victoria de etapa en la Vuelta, pero le ha superado Poels, que es un gran ciclista. Ha sido el único, además del belga, en apostar por la victoria. Muchos ciclistas, cuando van con Evenepoel, aspiran a llegar con él, más que a batirle. No era el caso de Poels, que antes de derrotarle en meta lo ha intentado en la subida a San Lorenzo de El Escorial. Además, se ha anticipado al esprint. Ha hecho algo diferente para ganar y eso le ha valido la victoria.
El autor es director deportivo del Grupo Eulen-Nuuk