La decisión de Putin de invadir Ucrania el 24 de febrero de 2022 se ha convertido en el conflicto más enconado en lo que llevamos de siglo y desconocemos aún sus consecuencias inmediatas e implicaciones futuras. La postura del máximo mandatorio del Kremlin, Vladímir Putin, es la misma, fría y obcecada, negándose a reconocer que la campaña ucraniana ha sido un desastre y que ha metido en un lodazal al país, en su apuesta de todo o nada. Como buen autócrata, incapaz de rectificar, ha unido la suerte del conflicto a la propia supervivencia de Rusia. Su lógica no puede ser más nihilista (recordando a otro dictador, Hitler). Pero Rusia ha sufrido infinidad de guerras y dos regímenes absolutistas que han marcado su semblante a lo largo de los siglos. Y, aun así, los rusos ha sabido aguantar con resiliencia infinita la incapacidad de sus gobernantes por ofrecer un panorama más justo y saludable, hasta hoy día.

El futuro incierto de Rusia

“Elegido de la providencia”

Por desgracia, Putin se considera un elegido de la providencia para volver a situar a Rusia en el lugar que le corresponde dentro de las grandes naciones del mundo. Pero esta visión es solo el remedo o detritus de las mismas corrientes de pensamiento que fracasaron antes, el zarismo, el comunismo… repite sus mismos errores. La grandeza no se mide por las conquistas o el militarismo, sino por el cuidado digno de sus gentes. Cierto es que para los autócratas o dictadores, las guerras son la hora de la verdad nacional, el método más eficaz de distinguir a los valientes de los cobardes, a los buenos ciudadanos de los traidores, en un maniqueísmo brutal, cruel y perverso. Sin embargo, tales simplezas únicamente buscan ocultar la verdad: la terrible voracidad bélica, donde hasta los buenos mueren. En las contiendas siempre se acaba por perder toda una generación de jóvenes que podría haber hecho su aportación al país de forma constructiva, mientras son sacrificados de forma inútil en el altar de la patria.

Todo o nada

De hecho, la sangría ucraniana es el claro reflejo de lo que señalo. Y lo peor de todo es que la suerte de esta guerra solo está acarreándole a Putin sinsabores y una mayor obstinación. Todo o nada. No logró una victoria rápida (como pensó que haría Hitler con la URSS, en 1941), sino que Ucrania aguantó el envite y ha convertido a un país hermano con el que podía convivir en un fiero antagonista. Ahora, el Ejército ruso pugna únicamente por evitar que los ucranianos les arrebaten los pocos territorios del Donbás que lograron tomar. Y la arriesgada apuesta de Putin de confiar en los mercenarios del Grupo Wagner para cambiar en el rumbo de los acontecimientos le ha dado un resultado nefasto, provocando una rebelión que ha amenazado la estabilidad de su propio régimen. Todo mal, por lo tanto, y sin capacidad de enmienda. El susto ha sido mayúsculo para Putin. Y la reacción social fue, paradójicamente… solidarizarse con los sublevados. Hubo miedo entre los rusos a que se pudiera producir una guerra civil. Hasta el propio Putin lo reconoció. Eso debería indicarle que la situación se le ha ido de las manos.

SIN APOYO DE LA POBLACIÓN

Así, el líder ruso ha pasado de lanzar peroratas contra el gobierno de Kiev, a tener que buscar la manera de salvar sus propios muebles. Y aunque sigue siendo el eje de un sistema totalitario, se ha visto expuesta su fragilidad. Persigue derrotar a Ucrania como si no hubiese otra salida, pero no tiene ni idea de cómo hacerlo y esa misma incapacidad ha provocado la malograda confianza en el Grupo Wagner; mercenarios que fueron recibidos con aplausos y alegría a su paso hacia la capital, lo que mostraba un cierto hartazgo hacia el conflicto. Tanto es así, que la población lejos de alinearse masivamente con su presidente, prefirió quedarse en sus domicilios o escapar a sus dachas, aguardando acontecimientos.

Si bien, esto no implica que la posición de Putin se haya visto comprometida aún (pues se ha cuidado de acabar con cualquier rival que le haga sombra), pues es al único mandatorio que conocen y respetan, pero los ciudadanos han observado en el jefe de la Wagner, Yevgeni Prigozhin, a un patriota de lenguaje llano y sencillo, que se enfrentaba a las [falsas] informaciones oficiales. Y pese a la alta popularidad de Putin algo ha cambiado, ha pasado de una aprobación del 82% a una del 53% el día de la rebelión. Muchos se vieron contagiados por cierta asepsia o miedo, y consideraron que era mejor no actuar, mejor no comprometerse, quedarse al margen y no mostrar su abierta simpatía. Las calles de Moscú se vaciaron, frente a otras asonadas.

A todo ello hay que sumar que la falta de progresos militares haya provocado que las tensiones internas dentro de la cúpula del Kremlin se hayan incrementado, y que la rebelión haya dejado señalados tanto al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, como al carismático general Serguëi Surovikin (héroe en 1991 contra la intentona golpista contra Gorbachov), que parecía conocer las intenciones de Prigozhin. Otra señal interesante es que los productos de merchandising de venta on line, relacionados con los mercenarios Wagner, son muy apreciados y se han convertido en un nuevo símbolo de crítica social. A esto se le une la devaluación del rublo y los nuevos impuestos que desvelan que las sanciones económicas sí están pasando factura a la economía rusa. El Kremlin intenta por todos los medios que la población no sufra los rigores y afecciones del conflicto, pero eso le impide concentrar todos sus esfuerzos en ganarla (a diferencia de Ucrania que ha declarado la economía de guerra), mientras pierde una ingente cantidad de hombres y material bélico que necesita reemplazar con urgencia. Por suerte para Putin su buena relación con China e India le permite la venta de sus productos estrella, gas y petróleo, y de esta forma equilibrar por ahora sus cuentas. Comoquiera que todo apunta a que la única manera que tiene Putin de salir de este atolladero son las elecciones de noviembre de 2024 en… EEUU. Pues, si llegarse de nuevo Trump a la Casa Blanca u otro de su cuerda, conminaría a Ucrania a ceder ante los rusos, humillando a Kiev y salvando a Putin. El tiempo lo dirá. l

Doctor en Historia Contemporánea