Decía Franz Kafka, autor de la famosa obra literaria La metamorfosis, que “reflexionar serenamente es mejor que tomar decisiones desesperadas”. Por ello, con la templanza que adjudica el tiempo reflexivo y tras el fragor de lenguajes altisonantes de la reciente campaña electoral (poco dada per se a matices) he creído oportuno profundizar en algunos aspectos de la polémica suscitada en relación con los contenidos de las páginas web sobre memoria y convivencia abiertas por varios municipios vascos.

Vaya por delante mi máximo respeto y consideración a todas aquellas víctimas de la trágica y denigrante violencia de raíz política acaecida en nuestro país y, muy especialmente, a los familiares y amigos de las personas asesinadas por distintas organizaciones terroristas (ETA, GAL, CC.AA, BVE, etc.). Como decía mi admirado Manuel Irujo “la vida humana es el tesoro más grande”.

Dicho esto, resulta parada obligada el detallar, y hablo con conocimiento directo de causa, la enorme labor que, facilitada por la desaparición de ETA, decenas de ciudadanos no adscritos políticamente (Lasarte-Oria es un ejemplo paradigmático) y representantes de formaciones políticas diversas (PNV, EH Bildu y PSE, fundamentalmente) llevan realizando desde hace años con el objetivo de que en el presente y en el futuro “ninguna idea política, por legítima que sea, justifique para su materialización la acción violenta”. Una labor discreta, sincera y de ejercicio empático continuado, donde los actores de los grupos de debate han sido capaces de dejar en buena parte sus apriorismos sociopolíticos y personales respecto a la violencia, para tomar el ejemplo de la iniciativa Glencree (localidad irlandesa donde se fraguaron los Acuerdos de Viernes Santo en aquel país) y apuntalar nuevos escenarios de convivencia y memoria en el ámbito municipal.

En todos estos pueblos de Euskadi, han sido numerosas las sesiones de trabajo durante meses y años. Reuniones fructíferas unas y decepcionantes otras; periodos de tensa espera y altos en el camino; montañas y valles, dientes de sierra. Y en todas ellas, desde la discreción, la determinación y el compromiso personal se han logrado establecer bases sólidas para el encuentro social y para cincelar la idea ética de que el asesinar, torturar, amenazar o extorsionar nunca estuvo bien y nunca se debió producir. Jamás.

Se ha consolidado la idea, parafraseando a Einstein, de que “Euskadi necesita paz permanente y buena voluntad perdurable”.

Y para ese encontrarse entre sensibilidades diferentes, diseñar acciones de reconocimiento a las víctimas, habilitar nuevos espacios públicos de memoria o establecer programas de intervención pedagógica sobre la cuestión de la violencia, los grupos de memoria locales han contado con el asesoramiento de determinadas entidades: por un lado fundaciones como Bakeola EDE, centro impulsor de procesos orientados a la mejora de la convivencia, la promoción de los derechos humanos y el desarrollo comunitario, han incidido en aspectos formativos desde un enfoque socioafectivo; por otro, la prestigiosa Sociedad de Ciencias Aranzadi (creada en 1947 en pleno franquismo) que ha desarrollado, en algunos de estos municipios, una magnífica labor de investigación histórica sobre toda vulneración de derechos humanos de raíz política desde el año 1960 hasta la actualidad.

Memorias locales para el avance colectivo

Dicha labor investigadora, llevada a cabo por doctores en Historia Contemporánea de la EHU-UPV, ha tomado como base metodológica el Informe-base de vulneraciones de derechos humanos en el caso vasco, redactado, en junio de 2013, a iniciativa de la Secretaria General de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco, por un elenco plural de personalidades del mundo del derecho y la reflexión ética como Juan María Uriarte (ex obispo de Donostia), Ramón Múgica (ex concejal del PP), Jon Mirena Landa (ex Director de Derechos Humanos del gabinete Ibarretxe) y Manuela Carmena (ex alcaldesa de Madrid por la coalición Ahora Madrid).

En el trabajo llevado a cabo por Aranzadi, se tuvo muy en cuenta el planteamiento, avalado por el consenso internacional en la materia y aceptado por los representantes de las distintas fuerzas políticas de cada localidad, de que los sufrimientos derivados de la violencia política han de tener distintas categorías en virtud de sus consecuencias y que no todos los padecimientos ocasionados pueden considerarse vulneraciones de derechos humanos. No obstante, y sin que se puedan comparar ni categorizar en el mismo apartado, la sanación social que Euskadi necesita ha de tener en cuenta todos los componentes de daño humano producido por efecto de la violencia. Nunca se podrá comparar asesinar con restringir arbitrariamente la visita a una cárcel; nunca colocar en un mismo plano un secuestro con una amenaza, ni tampoco la tortura o la violación con unas pintadas en el domicilio familiar. Jamás. No obstante, con sus diferentes categorizaciones y gradaciones (disposición u orden de las cosas), la labor investigadora quiso recoger la gama más amplia de aspectos relacionados con el hecho violento de raíz política. Y en este enfoque, de mirada amplia y limpia, de servicio honesto a la comunidad y de querer ofrecer una paleta de la memoria no sólo de colores sino también de matices, hubo, y sigue habiendo, un amplio consenso sociopolítico. Un consenso desde la diversidad política que asume plenamente los criterios fundamentales del Instituto Gogora para la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos: no excluir (a ninguna persona afectada), no legitimar (no hay justificación para la violencia) y no diluir (o equiparar hechos diferentes) . Un consenso que debe seguir fortaleciéndose eliminando reticencias a la hora, por ejemplo, de reconocer públicamente en el ámbito institucional municipal a las víctimas del terrorismo (la sociedad está preparada , quizás algunos grupos políticos locales aún no), o a la hora de asumir con normalidad que una persona también pueda ser víctima aunque en otro momento vital haya ejercido de victimario. Por poner algunos ejemplos, Melitón Manzanas, José Miguel Beñaran Ordeñana Argala, Luis Carrero Blanco o María Dolores González Katarain, Yoyes, son un trágico ejemplo de tal condición doble.

Se ha convocado una nueva cita electoral que se presume más tosca y agresiva que la anterior. En aras al bien común, por respeto a las propias víctimas y a los grupos de memoria y convivencia que trabajan con denuedo a favor de la paz y la reconciliación, por consideración a distintas entidades de probada reputación como Aranzadi o Bakeola... que nadie instrumentalice el drama que nos ha tocado vivir para alimentar fines sectarios y partidistas. En política, no todo vale. Que la memoria no se emplee como arma arrojadiza. l

Doctor en Historia