Ya Confucio lanzó la siguiente sugerencia: “Debemos hacer que las cosas reales concuerden con las connotaciones que se derivan de sus nombres”. Eso implica traducir vocablos de otros idiomas con sumo cuidado, ya que existen palabras de pronunciación desagradable, asociada a su significado. Es más, la idea se puede aplicar de otras maneras: podemos usar a menudo los conceptos que nos interesan o disminuir el uso de conceptos que nos parecen más negativos. En este sentido, los estudios son abrumadores. Por ejemplo, con prohibirnos usar la palabra ocupados se puede llegar a disminuir nuestros niveles de estrés. También es muy útil no usar expresiones mal sonantes, las denominadas palabrotas. Eso implica mejor convivencia con nosotros mismos y con todas las personas que nos rodean. Si a eso se le adjuntan patrones de comportamiento como no elevar nunca el tono de voz o guardar un respeto mínimo tenemos que las relaciones humanas mejoran. Esto es válido desde la vida familiar… hasta la vida del Congreso.
Jugando con las palabras, el analista económico Carlos Segovia observó un detalle de interés cuando Yolanda Díaz, por fin candidata a las elecciones generales, comentó sobre la reforma de las pensiones que “vamos a irrogar una cantidad de ingresos al sistema muy importante”. El tema es que irrogar quiere decir “causar perjuicios o daños”, mientras que irrigar, la expresión que deseaba usar, significa “regar o esparcir agua sobre la tierra o una planta para beneficiarla”.
El debate de las pensiones es complejo, y para ello basta comprobar todo lo que está pasando en Francia. Macron intenta alargar la edad de jubilación de 62 a 64 años en una medida más que razonable: todos sabemos que para gastar más de lo que tenemos debemos endeudarnos, y es lo que están haciendo los Estados de una forma preocupante. Esta lógica, que sólo es útil si la tasa de crecimiento económico es superior al tipo de interés (es como si una empresa tiene una rentabilidad del 5% y se endeuda al 2%; es la denominada “deuda buena”), es inviable debido a la bajada del primer término y la subida del segundo. Eso es otro efecto colateral de las políticas monetarias restrictivas: aunque se hacen para frenar la inflación, por un lado el valor de los activos de renta fija disminuyen y por otro es menos viable endeudarse además de para las empresas para los gobiernos. Se debe recordar que cuando comenzaron a plantearse las pensiones, la esperanza de vida se marcó como referencia para empezar a cobrar. Ahora, tenemos un ejemplo claro del gran coste que supone eliminar derechos adquiridos: sólo renunciamos a ellos cuando percibimos que no hay otro remedio.
Volvamos a las palabras. En Estados Unidos, los republicanos siempre han sido más escépticos con el asunto del clima que los demócratas. De hecho, no hace mucho tiempo la expresión más usada era “calentamiento global”. Como es más fácil cambiar la percepción que la realidad, una impresionante campaña mediática hizo que la expresión más usada fuese “cambio climático”. Así es como estamos ahora.
Sobre este asunto, es preocupante la sobreestimación que hacemos del presente olvidando que el mañana siempre llega y claro, no siempre los problemas generados tienen solución. Lo que ocurre es que la gran catarata de historias, películas, libros o series con la que somos bombardeados en cada momento del día nos hacen pensar que todo relato tiene final feliz. Es lo que vende, aunque la realidad sea distinta. El tema es muy grave: minoramos el esfuerzo de hoy dejando las cosas más importantes para más adelante, debido a que “ya se solucionarán de alguna forma”.
En consecuencia, empezando por nuestra vida personal, continuando por los patrones de comportamiento observados en nuestra vida social y terminando con la vida política es más que pertinente distinguir entre irrigar e irrogar. Respecto del primer caso, una curiosidad sobre los últimos estudios sobre felicidad: las relaciones personales se sabían importantes, pero nos quedábamos cortos. Para predecir el número de años que va a vivir una persona en calidad y cantidad el mejor indicador ya es, en sentido positivo el número de amigos y en sentido negativo mantiene su posición de “honor” el tabaco. Así que además de lo que nos cuentan siempre con la salud, dinero y el amor ya tenemos otro asunto especial a irrigar: nuestras amistades. ¿Más posibilidades? Es responsabilidad de cada cual desaprender, aprender y decidir.
Si ya es difícil suprimir todo lo que “irroga” nuestro día a día debido a lo arraigados que tenemos nuestros hábitos, más difícil es suprimir lo que irroga la vida pública por una razón muy sencilla: los incentivos personales. En el caso de la política demasiadas veces no coinciden con los de la sociedad.
Labor fascinante: irrigar, irrogar. Promover, suprimir.
Profesor de Economía de la Conducta, UNED de Tudela