Quién pasea sin prisas por una ciudad, sea propia o ajena, no puede evitar pararse de vez en cuando en frente de un escaparate comercial pues los escaparates son un imán para nuestros sentidos. Están pensados para ello. Incluso hay profesionales que han estudiado el oficio de decorarlos: el escaparatismo. Algunos dirán que es un arte, como la publicidad o el diseño. Un arte aplicado, pues tiene una funcionalidad clara: vender los productos expuestos. Aunque, realmente, uno puede disfrutar de este arte sin tener que comprar absolutamente nada. Como el que visita un museo de arte. Mirar lo que nos ofrecen las calles, hoy en día, sigue siendo gratis. Quizá en un futuro tendremos que pagar una tasa para visitar ciudades como París, Londres o Roma.

Dicen los expertos que los primeros vestigios de lo que podemos considerar como escaparates se sitúan en los serpenteantes mercadillos callejeros –llamados zocos– de los corazones de las antiguas poblaciones musulmanas: las medinas. En sus coloristas –y a veces olorosos– puestos situaban sus mercancías para hacerlas más visibles a los clientes y conseguir así cazar su atención… y su dinero.

Pero el escaparate moderno nace cuando en la fachada del comercio se abre un espacio acristalado que no deja de ser su antesala. Algunos incluso le ponen fecha y lugar: año 1880, Estados Unidos. Ahí y entonces se empieza a usar el vidrio en los escaparates. Surgen así las calles comerciales de Nueva York. Ese modelo vistoso y llamativo tarda bien poco en llegar Europa y el escaparate irá invadiendo todo nuestro continente.

Pero en estas dos últimas décadas su poder de atracción ha ido cuesta abajo. Por una parte porque el gran “zoco” ahora está en internet. El cristal de su “escaparate” es el de nuestro dispositivo electrónico favorito. Por otra parte, los viandantes pasean por la calles prestando menos atención a lo que les rodea. Mientras miran lo que ocurre en la pantalla de sus móviles, las calles de las ciudades parecen esfumarse.

Pero, a pesar de ello, el escaparate sigue ahí. No se va. Incluso en ocasiones, se usa no ya como reclamo mercantilista sino como lugar de exhibición de arte. Es el caso del escaparate del espacio cultural Zas Kultur que lleva siete años ofreciéndonos exposiciones, intervenciones, de artistas en su mayoría cercanos a nosotros. Desde 2016 se han realizado una treintena de escaparates sin fines comerciales: Susana Blasco, el colectivo Democracia, Juan Aizpitarte, Ana Nieto, Simónides, Anabel Quincocs, Zirika, Jorge Salvador, Amaia Vicente, Joaquín Lara, Alberto Lomas, Alexandra Liesse, Gerardo Armesto, Nuria Pérez Cárcamo, Edurne Herrán, Maite Pinto, Iker Vázquez, Josean Pablos, Miguel Ángel Martin, Ander Pérez, Josune Rodriguez, Gurb, son algunos de los artistas que han trabajado de escaparatistas.

Y ayer se inauguraba un nuevo Escaparate Zas realizado por el artista Fernando Iglesias. Acérquense a la plaza de San Antón a verlo. Es gratis. Pero no barato.