Impulsado en parte por los choques gemelos del brexit y la elección de Donald Trump, el modelo económico neoliberal prevaleciente, que priorizaba un régimen regulatorio ligero, barreras mínimas al comercio y la inversión extranjera y, en general, un papel pequeño para los gobiernos en la gestión de la economía, ha sido y sigue siendo atacado tanto por la izquierda como por la derecha. ¿Será desplazado el neoliberalismo? ¿Y qué vendrá después?

Después del neoliberalismo

Dado que el mantra del Consenso de Washington de “estabilizar, privatizar y liberalizar” ha perdido relevancia hoy, ¿cómo están reevaluando los diferentes países los roles relativos de los estados y los mercados en el desarrollo económico? ¿Existen nuevos “modelos” que sean generalizables y aplicables en todos los países y contextos?

El debate es ciertamente complejo, y este artículo tan solo intenta plantear brevemente algunos de sus aspectos. Hay que considerar, primero, que hay múltiples definiciones conceptuales de “neoliberalismo”, distinguiendo entre el neoliberalismo como un movimiento intelectual y político organizado, como un enfoque para el estudio académico de la economía y como un programa político específico.

Además, es preciso considerar los posibles escenarios en el futuro cercano: si el neoliberalismo debe ser adaptado o derrocado; si cualquier sucesor del neoliberalismo necesitará una teoría coherente y unificada, o si es mejor un enfoque experimentalista ad hoc si los avances científicos y de ingeniería pueden mejorar el potencial de los sistemas de planificación centralizados; y si las instituciones de gobierno global de hoy pueden adaptarse a una diversidad de modelos económicos.

Estamos viendo que un número creciente de gobiernos adoptan un papel más asertivo en la conducción de la economía productiva, pero la clave de su éxito también radica en su capacidad para hacer bien algunas funciones de gobierno más básicas: una gestión macroeconómica sólida, el control de la corrupción y una gestión estable y sostenible. En el contexto de una economía global más proteccionista y fracturada, esto será muy probablemente un desafío importante.

Respecto de la desigualdad, hay tres conjuntos de impulsores intra-país que deben ser abordados: preocupaciones previas a la distribución, es decir, desigualdad de oportunidades; problemas de distribución, lo que significa la polarización del mercado laboral entre trabajos de altos y bajos ingresos; y preocupaciones posteriores a la distribución, lo que significa el uso de impuestos y transferencias por parte del gobierno para reasignar recursos.

La era neoliberal de liberalización financiera se caracterizó por crisis frecuentes en los países emergentes y en desarrollo, y condujo a un sistema en el que las finanzas servían a sus propios fines en lugar de apoyar las necesidades de la economía real. Sin embargo, desde las secuelas de la crisis financiera asiática, muchos mercados (entre ellos los emergentes) han comenzado a moverse hacia un “camino intermedio” en política financiera y monetaria, que incluye una gestión más sólida de la cuenta de capital, un papel para los bancos públicos y privados en el desarrollo del sector financiero y una postura regulatoria más activa para garantizar la estabilidad financiera.

En muchos países de Occidente, este debate a menudo se enmarca como la necesidad de pasar de la aceptación casi total del neoliberalismo de las últimas décadas a un replanteamiento fundamental de los sistemas económicos. En muchos mercados emergentes, por el contrario, para empezar, nunca hubo un consenso tan fuerte sobre los méritos del neoliberalismo, y el giro hacia la era posneoliberal está siendo más gradual y fragmentado. De hecho, al tratar de superar el neoliberalismo, los mercados emergentes son legítimamente cautelosos de no ir demasiado lejos en la dirección opuesta.

En su forma más pura, el neoliberalismo ofreció un programa de políticas atractivamente simple y directo. El neoliberalismo se centró en un mecanismo particular, la competencia de mercado, que podría aplicarse a casi cualquier problema de política económica. Además, su receta política se aplicó a través del espacio y el tiempo; si bien hubo flexibilidad para adaptar los principios neoliberales, no hubo condiciones de contorno que delinearan dónde se aplicaba o no el neoliberalismo. Esta combinación de flexibilidad y universalismo es una de las razones por las que la ideología neoliberal fue tan influyente y tuvo un impacto tan amplio en la práctica política.

Esto quizás sugiera que se necesitará un paradigma similarmente simple para desplazar la ideología neoliberal: un nuevo modelo universal. Otra conjetura es que es probable que no surja pronto un modelo de este tipo, ni está completamente claro que ello fuera deseable. De hecho, en la medida en que está surgiendo un acuerdo sobre la necesidad de superar el neoliberalismo, las opiniones de los expertos parecen estar moviéndose en la dirección opuesta a un nuevo modelo relativamente simple. Está ocurriendo un cambio desde la simplicidad hacia la complejidad, desde las mejores prácticas hacia el segundo mejor análisis dependiente del contexto, desde el consenso (Washington o de otro tipo) hacia la diversidad de pensamiento, y desde la certeza hacia la humildad y el agnosticismo.

La cuestión fundamental es que los diferentes problemas requieren diferentes soluciones en diferentes contextos además, tenemos un conocimiento limitado a priori sobre qué solución funcionará mejor en qué contexto. Los países deben adaptar sus propias configuraciones de instituciones dirigidas por los gobiernos y el mercado a sus contextos específicos, y deberíamos esperar una variación considerable en sus enfoques. Reemplazar el enfoque del neoliberalismo en los mercados con un marco de políticas similarmente simple sería imitar una de sus mayores deficiencias: la suposición de que un mecanismo (o un conjunto breve de principios de políticas) puede aplicarse a todos los problemas.

Desde este planteamiento, los formuladores de políticas podrían adoptar la experimentación pragmática, evitando las divisiones ideológicas polarizadas, y plantearse un enfoque más orientado a los problemas en la formulación de políticas económicas. Tal enfoque no partiría de debates abstractos sobre los méritos de los estados frente a los mercados, sino del compromiso de abordar los problemas concretos que enfrentan los ciudadanos mediante cualquier mecanismo que resulte más efectivo. A través de la experimentación iterativa y la evolución, los formuladores de políticas pueden desarrollar un conjunto de herramientas más amplio y ecléctico para abordar sus desafíos más apremiantes.

El cambio en curso hacia una formulación de políticas más experimental, evolutiva y basada en problemas específicos puede dar como resultado un panorama de políticas más variado, fragmentado e incoherente. En lugar del paraguas universal del neoliberalismo, o incluso de la era de la Guerra Fría de división capitalismo-socialismo, este cambio puede traer el desarrollo de una amplia gama de respuestas políticas idiosincráticas, tanto entre países como dentro de ellos. Este es un escenario muy posible, incluso en el caso de que la economía global se fragmente en dos grandes bloques políticos, uno liderado por EEUU y el otro por China.

Tal incoherencia puede ser desordenada, pero también puede ser productiva, como ha argumentado recientemente Ilene Grabel (University of Denver). Los países que experimentan e innovan en formas pequeñas y dispares pueden fomentar nuevos aprendizajes, a nivel nacional y con otros, y pueden aprender de sus políticas exitosas así como de sus fracasos.

Es difícil predecir con precisión cómo les irá en abstracto a las diferentes iniciativas políticas el único camino a seguir es salir del paso con improvisaciones múltiples y heterogéneas, y ver qué funciona. Es posible que tal improvisación nunca se fusione en un equilibrio estable de un nuevo modelo, o incluso en varios modelos diferentes en competencia. Pero puede permitir que los países desarrollen productiva y pragmáticamente instituciones económicas y políticas más sólidas y en sintonía con sus necesidades específicas.

Coordinador y coautor del libro ‘Complex Resilience and Sustainability: Transdisciplinary Perspectives’, de próxima publicación en Estados Unidos