Hay días que valen por cinco. Hay días que contienen en sus 24 horas tanta intensidad, nos generan tantas emociones, que valen casi por un mes entero. Y es que mientras que hay meses que pasan como un día (¿estamos ya en marzo?), sin embargo, una tarde en la que ocurre algo que consideramos importante, emocionante o divertido, puede llegar a estirarse en nuestra mente y en nuestra memoria como uno de aquellos veranos interminables de nuestra infancia. Esta semana ha fallecido demasiado pronto alguien de mi familia y pienso sobre todo en cómo se puede consolar a quienes ha dejado aquí: a quien ha perdido una esposa con la que aún le quedaba mucho por vivir, a quien ha perdido a una madre cuando aún no le tocaba, a quien ha perdido a una hija… Solo se me ocurre que puede aliviarles un poco el dolor pensar que, quien se ha ido, aunque lo haya hecho demasiado pronto, vivió muchos días de los que valen por cinco, que compartió con sus seres más queridos horas que en su memoria se quedaron grabadas como semanas o meses. Y que se ha ido, realmente, habiendo vivido todas esas horas más largas, horas extras que el cariño y la compañía de quienes tenía al lado le han proporcionado. Esto me hace pensar también en quienes aún estamos vivos. En cómo hacer para que, vivamos los años que vivamos, nos llevemos muchos de esos días que valen por cinco. Quizá sea tan sencillo como acercarnos a la gente que nos haga sentir bien, dar a las personas que amamos el tiempo que merecen, descubrir qué es lo que nos apasiona y perseguirlo, reírnos de casi todo, sobre todo de lo más importante, y acordarnos de que un día también vamos a morir. Porque saber que no somos inmortales es un buen estímulo para convertir las horas que nos quedan en días y los días en meses. Saber que el día de hoy no va a volver es también un buen acicate para que no sea un día más, para darle un sentido y alargarlo en nuestra mente como un chicle.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
