Aún recuerdo a aquellos analistas políticos augurando que la guerra de Ucrania sería rápida y que la ofensiva rusa duraría unas pocas semanas, no más de un mes. Pero, al contrario, no han sido semanas, ni tan siquiera unos meses. Mañana va a hacer un año desde que las tropas rusas iniciaron la invasión de Ucrania, ahora “la Guerra de Ucrania”; maldito aniversario. La realidad es que ahora más que nunca es imposible prever el escenario que nos depararán los próximos meses.
Hace poco más de un año, Biden avisaba a Zelenski sobre la inminencia de un ataque ruso sobre territorio ucraniano, sugiriéndole que abandonase Kiev y se refugiase en un lugar seguro. Mientras tanto, Putin negaba la intención de atacar la soberanía ucraniana.
Como siempre, el tiempo pone o quita la razón, y por desgracia, en este caso el sistema de inteligencia americano sí tenía razón. Esta semana no podemos obviar las actitudes de las dos grandes potencias, Estados Unidos y Rusia. Hace dos días, Biden visitaba por sorpresa Ucrania, haciendo público y evidente que el apoyo incondicional a Ucrania en este conflicto continuará. En paralelo y para celebrar esta visita de Biden a Ucrania, Putin ha suspendido la participación de Rusia en el tratado de desarme nuclear firmado con Estados Unidos. Y en este dueto de declaraciones por motivo del aniversario, también participa Borrell, anticipando nuevas sanciones económicas a Rusia.
Todo indica que el final de la guerra no está cercano, y que, por desgracia, el conflicto se recrudecerá. Toda una locura, si analizamos los datos objetivos del ansia de Putin: más de 300.000 personas fallecidas en un año, más de 7 millones de refugiados ucranianos en el exterior, y cerca de 6 millones de desplazados internos y el desabastecimiento de materias primas en gran parte del mundo y la economía mundial en recesión con la inflación disparada. ¡Maldito aniversario! Ojalá no volvamos a conmemorar tantas pérdidas irrecuperables.