Lo más llamativo del viaje del Papa Francisco a la República Democrática del Congo y Sudán del Sur es que no ha sido noticia lo que ha dicho, ni siquiera el viaje mismo en el que le han acompañado: el arzobispo anglicano de Canterbury, Justin Welby, y Jim Wallace, líder de la Iglesia de Escocia (protestante presbiteriana). ¿Realmente ha sido un viaje más?

Algo más que un viaje

Los católicos del Congo (RDC) suman casi el mismo número de habitantes que tiene el Estado español, en medio de una violencia terrorífica con la presencia creciente del mal llamado Estado Islámico. En el caso de Sudán del Sur, el 57% de sus habitantes son católicos, y cuyas gentes no han conocido nunca la paz, con miles de personas obligadas a vivir desplazadas. Entonces, ¿por qué no ha sido noticia este viaje de Francisco? Pues claramente por el mensaje tan claro de denuncia a la injusticia estructural, a las masacres y sus consecuencias, algo que incomoda a nuestro mundo occidental y no conviene airear a la opinión pública, con honrosas excepciones.

Cuando lo hacemos mal, institucionalmente hablando, los católicos salimos en todas partes. Cuando denunciamos las injusticias a la manera de Jesús, apelando y trabajando por la fraternidad universal, no aparecemos en muchos medios de comunicación, como es caso de este viaje del Papa a África por su denuncia sin ambages al colonialismo de nuevo cuño y el desenmascaramiento del buenismo encubridor y desalmado de tantos. Es por lo que me sumo a las contadas quejas de quienes han alzado la voz contra esta injusticia informativa que pretende encasillar a la Iglesia católica en los parámetros exclusivos de la vieja carcunda vaticana del poder y el legalismo clericalista.

Lo cierto es que la denuncia profética de Francisco en este viaje, ha sido un aldabonazo a favor de los derechos humanos fundamentales y contra el nuevo colonialismo desde el mensaje troncal del Evangelio; y es ahí donde más duele. Porque Francisco no es comunista, no hace falta serlo para solidarizarse cristianamente con quienes sufren la realidad terrible en estos países centroafricanos, mientras los progres de salón y los espiritualmente casposos viven de espaldas a esta brutalidad. Un silencio cómplice que incluye a buena parte de la comunidad internacional que se considera a sí misma modélica.

Como digo, retumba la falta de noticias de este viaje en muchos medios de comunicación de la España “progresista” y “conservadora”. Los titulares de Francisco pueden conformar un artículo de opinión por sí solos: “Condeno la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar”. “Pongan fin a la guerra. ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles, con recursos y dinero manchado de sangre!”.

“Es la guerra desatada por una insaciable avidez de materias primas y de dinero, que alimenta una economía armada, la cual exige inestabilidad y corrupción. Qué escándalo y qué hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que causan violencia y muerte siguen prosperando”. Y Francisco continúa: “Tras el colonialismo político, se ha desatado un colonialismo económico igualmente esclavizador… El veneno de la avaricia ha ensangrentado sus diamantes. Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca”.

Francisco ha puesto el dedo católico en la llaga que esclaviza a países enteros: “¡Manos fuera de la República Democrática del Congo, manos fuera de África! Dejen de asfixiar a África: no es una mina que explotar ni una tierra que saquear”. Antes que él ya lo dijo un intelectual africano, preguntado por un reportero europeo: los países ricos somos nosotros –los africanos– con materias primas a espuertas y la segunda mayor reserva de la biosfera después de la Amazonía. Son ustedes –Europa– los países pobres por la falta de recursos naturales, pero nos esquilman nuestra riqueza. Y sí, ahora somos muy pobres.

Concretando más, es una buena razón para desviar la atención informativa de este viaje que en esas zonas se encuentren algunos de los yacimientos más ricos del mundo de oro, diamantes, cobre, cobalto, estaño, tantalio y litio, que se extraen a base de explotación de las multinacionales, incluidos miles de niños que mueren de agotamiento, como ya denunciaron los jesuitas. Este viaje de Francisco pone al descubierto las consecuencias dramáticas en vidas humanas y bienes en estos dos países africanos, mucho más graves que los daños en vidas y bienes causados por el terremoto en Turquía y Siria. Se entiende el silencio informativo que ha sufrido Francisco.

Analista