Estos últimos días me he quedado muy perplejo, la verdad. Y apesadumbrado. Como saben, la semana pasada la policía detuvo en Miranda de Ebro a un hombre, acusado de haber enviado, hace un par de meses, esas cartas-bomba a la Moncloa y a las embajadas de EEUU y Ucrania, hiriendo a una persona en ésta última. Al parecer, tenía en su vivienda imágenes del Che, Lenin o La Pasionaria, y guardaba prensa castrista y propaganda pro-soviética. Lo que me deja perplejo, es que con sus acciones está claro que pretendía apoyar al actual régimen ruso, que de soviético tiene más bien poco, y mucho de lo diametralmente opuesto. Hay que reconocer que la guerra en Ucrania ha sacudido el tablero de ajedrez como pocas cosas antes, dividiendo tanto a la izquierda, como también a la derecha. Puede que menos estridentemente en la derecha, pero con mayor motivo ha sido de forma muy profunda.

Poco después me entero del ataque en Algeciras en el que un individuo, al grito de “muerte a los cristianos” y “Alá es grande” mata a un sacristán y hiere a un sacerdote y a otras personas. Al parecer tiene un historial de problemas psicológicos. Hace dos meses, de un día para otro deja el alcohol, el hachís y el tabaco y comienza a rezar continuamente y a reprender a los musulmanes de su entorno por lo que consideraba falta de ortodoxia. Las reacciones tanto de la Iglesia Católica como de la Comunidad Musulmana fueron ejemplares en su repudio y en su apuesta por la convivencia normal, o sea, en paz. Perplejo me dejaron los de siempre en estos casos, aireando su descontrolada xenofobia e islamofobia, a pesar de lo expresado por la Iglesia Católica. Me quedo perplejo porque tales xenófobos van, sobre todo, de ser más católicos que el mismísimo papa.

Todo ello muy cerca de la fecha en que se conmemora la liberación de Auschwitz. Algunos no han aprendido, ni aprenden, ni aprenderán nada.

Perplejo estoy porque aún no sé si el denominador común es el extremismo, el fanatismo o ambas cosas.

@Krakenberger