El pasado sábado 21, en Durango, el Foro Social Permanente anunció el final de su andadura tras casi 10 años intensos y fructíferos. Ha sido este tiempo un espacio colectivo creado con el fin de resolver las consecuencias del ciclo de violencia en nuestro país (ponga cada cual aquí lo que desee).
He estado en el Foro Social desde su inicio en 2106, incluso, antes, en su gestación, después de mi andadura por Elkarri y Lokarri de la mano de Paul Ríos.
Llegaba después de mucho tiempo intentando construir puentes que comunicaran dos orillas confrontadas por ese entonces río de aguas turbulentas, hoy remansado gracias probablemente a nuestro esfuerzo, por el que ahora es fácil y habitual pasar.
Unos puentes que sistemáticamente eran dinamitados por los descerebrados de turno de ambas orilla.
Pero precisamente en esa experiencia en Foro Social descubrí que se podría trabajar por la paz precisamente sobre un puente y codo a codo con personas muy diferentes, e incluso con quienes fueron mis enemigos en un pasado demasiado reciente.
Entré con cierta precaución ya que llegaba como socialista (entonces militaba en PSC), sintiéndome español y además desconocedor del euskera.
Reconozco y debo agradecerlo que no fueron obstáculos para mi actividad allí. Que a pesar de que desde mi lado sentía recelos hacia mí, no fue así en ese nuevo lugar. Me sentí uno más y a ellos, como unos de los míos.
Todos remábamos en la misma dirección, gentes de la izquierda abertzale, nacionalistas, de movimientos sociales y cristianos diversos, en mi caso socialistas, uníamos nuestras fuerzas para el bien común de una sociedad demasiado tensada y confrontada.
En estos años no solo nos hemos esforzado en solucionar temas que me podían resultar cómodos; consolidación del cese de la violencia de ETA, desarme, disolución, o solidaridad con las víctimas de esa cruel violencia, en actos ya históricos como Aiete, Baiona o Kanbo.
También en otros que me podían resultar más incómodos pero que con el tiempo entendí eran de justicia, como los derechos de los presos. Desde cumplir sus condenas cerca de sus hogares, hasta igualdad con el resto de presos en lo referente a grados y condiciones penitenciarias.
Todo ello, lo grato e ingrato, lo hemos ido resolviendo entre todos, con esfuerzo, con incomprensiones, con críticas externas pero con éxito.
ETA primero se desarmó, luego desapareció y colaboramos en que fuera posible. Hoy casi todos sus presos cumplen condena cerca de sus casas, lentamente (más de lo deseado) igualan sus derechos y las víctimas, de su violencia y de la del estado, del mismo modo igualan los suyos.
Incluso gracias a nuestro impulso en la creación de espacios de encuentro, también su comunicación y empatía con el “otro”. Hasta en lo que denominamos “espacios improbables” que ahora ya no lo son.
Reconozco que me he encontrado cómodo allí, que siempre he sentido que estaba en el lugar adecuado con gentes como yo y paradójicamente los mayores recelos e incomprensiones me venían de mi orilla.
“Tonto útil”, infectado por el síndrome de Estocolmo, e incluso traidor por colaborar con el “enemigo” me han llovido desde los míos en estos años.
Afortunadamente, como en otros aspectos aguanté firme hasta llegar a este día.
El sábado, allí en Durango, aunque a veces no les entendía en euskera, me di cuenta de que a pesar de ello hablábamos el mismo lenguaje, que construía ese puente cada vez más ancho, con más gente que llevaba a la paz y a la convivencia.
Se escucharon allí voces diversas, la mía entre ellas, pero todas acabábamos diciendo lo mismo, paz, convivencia, diálogo, esfuerzo de síntesis, comunicación, deshacer nudos que nos separan. Me emocioné al ver el eslogan del logo que salía; “la construcción de la paz, un cuadro pintado entre todas”.
También reflexionaba que si el resto de la sociedad del estado hubiera vivido mi experiencia, no tendrían eco en ella las voces de agoreros y críticos de la nada que se empeñan en crear tensión y crispación.
Me interrogo: ¿Cómo puedo trasladarla a los “míos” e incluso a los “míos, míos” todo lo vivido en estos años?
Con este artículo lo intento, consciente de que probablemente no se entenderá. Venden más las experiencias negativas que las positivas como esta.
Nuestro trabajo ha sido exitoso, aunque debo reconocer que me habría gustado que también hubiéramos podido buscar consensos profundos y definitivos en la batalla del relato.
Si se abren nuevas experiencias ahora en este tema, seguro que participaré con el mismo espíritu de búsqueda de consensos y puntos de encuentro.
El sábado sentí una mezcla de sentimientos y sensaciones. Satisfacción, tristeza por acabar, cariño, emoción (alguna lágrima se escapó), e ilusión por el futuro.
No quiero acabar sin tener un reconocimiento especial, al igual que al inicio lo tenía con Paul Ríos, con el coordinador del Foro Social Permanente, Agus Hernán, mi guía y apoyo, al que considero ya amigo mío.
Creo que algún día alguna institución cuando haya un reconocimiento a quienes trabajaron por la paz y la convivencia los tenga en cuenta, junto a otros como Jesús Eguiguren, Patxi Zabaleta y especialmente el desaparecido Enrique Curiel, otro socialista y español que hizo mucho por ella. Tomen nota señores.
Gracias, eskerrik asko, Foro Social, por hacerme mejor persona, más empática, generosa y dialogante.
Exparlamentario y concejal de PSN-PSOE