Javier Esparza, presidente de UPN, ha anunciado con solemnidad y como dando un golpe en la mesa que se acabó aquella milonga de Navarra Suma, que su partido no tiene nada que ganar compartiendo su suerte con quienes nada le van a aportar. Esparza ha querido dejar claro eso tan torero de “¡dejadme solo!”, sin tener en cuenta quién fuera antes, el huevo o la gallina, porque hace ya varios meses que Núñez Feijóo avisó de que en Nafarroa el PP competiría con sus propias siglas en las elecciones navarras. La mala memoria del presidente del PP le lleva ahora a indignarse por el desplante de UPN, que le abandona sin avisar. En cualquier caso, Javier Esparza ha decidido arriesgarse a prescindir del PP, solo del PP, porque si en algún lugar Ciudadanos está en desguace es en Nafarroa. Se rompe así una inveterada tradición según la cual el PP navarro ha venido siendo participante –y congozante– del Régimen implantado durante lustros por UPN en la Comunidad Foral. La larga sombra de Jaime Ignacio del Burgo, máxima y sempiterna figura del PP navarro, era su aval ante el poder en la calle Génova.

Cree Esparza, o al menos así lo proclama, que ir solos a las elecciones devolverá a UPN sus señas de identidad notablemente dañadas tras la sublevación de Sayas y Adanero y, sobre todo, por el inmenso desgaste de dos legislaturas seguidas ausente del poder y privado de su atávico clientelismo. Añoran los dirigentes nostálgicos el viejo Régimen y presionan a Javier Esparza para recuperar la antigua y para ellos próspera alianza con los socialistas, durante lustros monaguillos de la omnipotente derecha regionalista y vergonzantes beneficiarios de las migajas.

Javier Esparza mantiene el ensueño y cree que, liberándose de la mochila parásita del PP, podría el PSN volver al viejo pacto y, si es preciso, estaría el presidente de UPN dispuesto a ceder al PSN la presidencia. Más aún, les haría a los socialistas el inmenso favor de liberarles de la indeseable dependencia de comunistas, nacionalistas y filoetarras. De donde se deduce que la derecha navarra no acaba de asumir el cambio social y político que desde los últimos años ya es un hecho en Nafarroa. Un cambio cuyas principales consecuencias son, por un lado, ese 30% que ocupa ya el espacio vasquista-nacionalista y el otro 30% ya asentado que apuesta claramente por un espacio de izquierda progresista. Y por más que Esparza pretenda introducir en todas sus proclamas al demonio de ETA, tendrá que asumir de una vez que hace once años que desapareció y, para su disgusto, EH Bildu, democráticamente normalizada, entra ya en la ecuación, dejando así a la derecha fuera de juego.

Debería ser consciente Javier Esparza de que las mayorías ya han cambiado en Nafarroa y que UPN ha entrado en la crisis de identidad que sufren los partidos acostumbrados al poder cuando lo pierden. Debería también preocuparse por esas ratas que huyen cuando el barco comienza a hundirse y tener en cuenta a dónde van a parar los Sayas, Adanero, Barcina y demás tránsfugas ansiosos de recolocación… en Madrid.

En cualquier caso, esta pirueta de Javier Esparza, a la desesperada, está condicionada a que UPN siguiera manteniendo su posición de partido más votado esta vez sin ayuda de nadie, aunque contentándose con ser cabeza de ratón. De lo contrario, si PP y Vox le restan suficientes votos para privarle de esa histórica hegemonía, ya puede ir pensando en cambiar de oficio.