Como para hacerse el gracioso, el becario de nuestro amado templo del cortado mañanero nos llenó hace unos días el local de calabazas por aquello del jalogüín, nos salen los pintxos con o del susodicho alimento por las orejas. Nuestro querido escanciador de café y otras sustancias nos ha dejado claro que aquí no se tira nada, que la cosa está muy malita y que si hay que comer torrezno sobre base de calabaza confitada al pitiminí, nos vamos a jartar. Así que entre los inventos culinarios y el cambio de hora tenemos a los viejillos desnortados, que siendo de noche ya para las seis de la tarde, no saben si pedir el vino de rigor o ya la cena para irse a dormir con el orinal en la mano. Menos mal que para despertarse siempre hay alguna bronca en ciernes, como la que tenemos estos días a cuenta de los navajazos cerca del local y de si esto es el Bronx en sus años mozos o si seguimos en la Nueva Atlántida, solo que de vez en cuando hay alguna distorsión en Matrix y no queda otra que aguantarse. Por supuesto, siempre hay que ponerse en lo peor y represalias varias salen a la palestra para escarmentar a los implicados, desde colgar al personal por los pelendengues hasta someterles a la tortura de todo un menú infinito con la jodida calabaza como gran protagonista.