Llámame loca, ya que debo ser la única persona que considera que estamos inmersos en una crisis sin precedentes. Quizás algunas personas no son conscientes de esta situación o no quieren serlo como consecuencia de la época covid y la imperiosa necesidad que nos ha generado de relacionarnos, viajar, alternar…
No quiero resultar pesimista, pero las cifras que manejamos de inflación, lejos de ser halagüeñas, me parecen que reflejan un escenario de difícil gestión económica. Recientemente conocíamos la tasa de inflación del mes de octubre: 7,3%. Personalmente, me parece inaceptable y considero que esa tasa debería encender todas las alarmas, pero sorprendentemente en ese tono complaciente que últimamente nos caracteriza, nos consolamos y felicitamos por estar por debajo de la media de la Eurozona, que es ni más ni menos que una tasa del 10.7%.
Si a estas preocupantes tasas de inflación le sumamos la política llevada a cabo en los tres últimos meses por el BCE, el resultado si cabe, es aún mas preocupante. La institución que regula la política monetaria de la zona euro ha elevado los tipos de interés hasta el 2%. Traducido a una hipoteca media de 150.000 euros a 25 años, nos supone un incremente del coste de 200 euros mensuales.
No logro entender esta teoría de Christine Lagarde consistente en subir el precio del dinero para estabilizar los precios. Tenemos una inflación superior al 7% y un tipo de interés que se ha elevado hasta un 2%. ¿Cuándo cree el BCE que estabilizarán los precios? Quizás para cuando eso ocurra ya no nos queden plumas. Si tenemos en cuenta las cifras de la inflación subyacente (la que excluye alimentos frescos y productos energéticos), que en octubre era del 6.4%, me temo que ni la finalización de la guerra de Ucrania, ni las políticas del BCE, lograran reducir la tendencia inflacionista en la que estamos inmersos. Por suerte como siempre ocurre, el tiempo dará o quitará la razón, y de verdad, espero y deseo que me la quite.