En los últimos días hasta las próximas elecciones norteamericanas que se celebrarán el próximo martes, la crispación política parece dominar las calles y los debates, con las posiciones de ambos partidos cada vez más acusadas y con menos disposición o capacidad de diálogo.
Ambos partidos se culpan mutuamente de la situación: los republicanos lamentan la situación creada por sus rivales demócratas desde que ocupan varios gobiernos, pues señalan que no hay suficiente respeto por la ley o el orden público. Por su parte, los demócratas buscan responsabilidades para acusar por la desigualdad social responsable de las grandes diferencias socioeconómicas que tienden a polarizar al electorado y que achacan a las políticas republicanas.
Y ciertamente, sea cual sea la explicación, este es un momento de gran polarización, aunque las tensiones no son nuevas: hace ya más de tres años que varios legisladores del Partido Republicano fueron atacados mientras se entrenaban para un partido de fútbol en los jardines del Capitolio y esta violencia, que está dirigida contra ambos grupos políticos, se mantiene hoy en día en Estados Unidos.
El último episodio fue el ataque contra la residencia en San Francisco de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. La congresista no se hallaba en su casa en la madrugada del pasado viernes, sino en Washington como es habitual. El asaltante, tras insistir inútilmente en “hablar con Nancy” la emprendió a palos contra el marido, Paul Pelosi, un anciano de 87 años quien consiguió avisar a la policía, pero no pudo impedir un ataque que le fracturó el cráneo y obligó a ingresarlo en el hospital.
Paul Pelosi parece recuperarse satisfactoriamente de sus graves heridas en este fin de semana, pero la preocupación aumentaba ante el creciente riesgo de violencia y ante las causas de este peligro, que son polarización extrema, la falta de diálogo y lo que parece una incapacidad creciente de tolerancia política.
Ánimos agitados ante las elecciones
Los ánimos están agitados ante la inminencia de las elecciones parciales del martes de la semana que viene a las que se presentan la totalidad de la Cámara de Representantes, un tercio del Senado y varios gobernadores y funcionarios estatales y federales.
Hay un riesgo creciente de que los resultados, sean cuales sean, no servirán para llevar la armonía, ni a las filas del Congreso nacional o los parlamentos estatales y mucho menos a las calles o casas del electorado. Gane quien gane –o pierda–, los próximos dos años se prometen agitados, tanto si el expresidente Trump renueva su candidatura como si no.
De hecho, Donald Trump es la gran incógnita en estos momentos. Asegura que tratará de repetir en el cargo, algo que muchos ven como una amenaza tanto a la estabilidad política como al mismo proceso electoral de Estados Unidos. Tanto si consigue presentarse a los comicios como si no, su presencia o ausencia agitará los ánimos todavía por encima de la situación actual y estas tensiones no comenzarán en los últimos meses de la campaña de las elecciones presidenciales de 2024, sino el próximo día 9 de noviembre, cuando se conozcan –y sean cuales sean– los resultados de los próximos comicios legislativos que marcarán los últimos dos años de la presidencia de Joe Biden.