Siempre he envidiado el entusiasmo de algunas personas. Cuando veo a alguna persona entusiasmada con su trabajo, o con la actividad que más le gusta hacer en su tiempo libre, o por sus planes de futuro, pienso en lo afortunada que es. Y la miro con atención, como si fijando la mirada pudiera empaparme con ese oro líquido que es la pasión por lo que se hace.

Esta semana nos ha dejado una de esas personas, Iñaki Añua. Nada más saber de la muerte de quien fuera durante cuarenta años director del Festival de Jazz, lo recordé preguntándome entusiasmado, como todos los años, qué me parecía el cartel de esa edición, esperando, por supuesto, una respuesta también entusiasmada. Nos lo ponía fácil a mí y a tantas personas a las que formulaba la misma pregunta año tras año sin ocultar su orgullo por haber cerrado, una vez más, un cartel de quilates.

Muchísima gente le ha agradecido estos días la posibilidad que nos dio de ver en casa a grandes tan grandes como Miles Davis, Sonny Rollins, Pat Metheny, Ella Fitzgerald, Wynton Marsalis, Sarah Vaughan, John Scofield, Bill Frisell y muchos más, y también por acercarnos, a través del ciclo del siglo XXI, a nombres menos conocidos, que han acabado siendo grandes descubrimientos. Yo, por supuesto, le agradezco todo ello porque he podido disfrutar muchas noches en Mendizorrotza, porque seguramente me gusta el jazz gracias a este festival (además de por los discos de mi hermano mayor), pero, sobre todo, quiero agradecerle el entusiasmo. Es un ejemplo de lo lejos que se puede llegar cuando se cree de verdad en algo. Un festival así no se puede organizar sin entusiasmo, sin amor incondicional al jazz, a la música en general. Hace falta que haya una persona que empuje y que contagie su entusiasmo al propio equipo organizador, a las instituciones y patrocinadores, a los medios de comunicación, al público… Logró contagiar su entusiasmo por el jazz a toda una ciudad. Y por eso tenemos que agradecérselo de corazón. Eskerrik asko, Iñaki.