i querida Kitty: Anoche se produjo un cortocircuito. Además, hubo tiros a granel. Todavía no le he perdido el miedo a todo lo que sea metrallas o aviones y casi todas las noches me refugio en la cama de papá para que me consuele. Te parecerá muy infantil, pero ¡si supieras lo horrible que es! No puedes oír ni tus propias palabras, de tanto que truenan los cañones. La señora Beaverbrook, la fatalista, casi se echó a llorar y dijo con un hilito de voz:
-¡Ay, por Dios, qué desagradable! ¡Ay, qué disparos tan fuertes! Lo que viene a significar: ¡Estoy muerta de miedo! A la luz de una vela no parecía tan terrible como cuando todo estaba oscuro. Yo temblaba como una hoja y le pedí a papá que volviera a encender la vela. Pero él fue implacable y no la encendió. De repente empezaron a disparar las ametralladoras, que son diez veces peor que los cañones. Mamá se levantó de la cama de un salto y, con gran disgusto de Pim, encendió la vela. Cuando Pim protestó, mamá le contestó resueltamente:
-¡Ana no es un soldado viejo! Y sanseacabó".
El párrafo anterior corresponde a la anotación que hizo Ana Frank en su Diario el día 10 de marzo de 1943, ayer hizo exactamente 79 años. Ocho décadas nos contemplan desde que la pequeña judía se escondió con su familia en una pequeña buhardilla en Ámsterdam para escapar de la ocupación nazi y del horror de la guerra y la barbarie. Hoy, alguna pequeña Anna o Anastasiya estará viviendo una experiencia similar en algún refugio o en un anexo para escapar de la masacre de la invasión rusa a su país. Ocho días después de aquella anotación, Ana escribió: "Mi querida Kitty: Hay mucha emoción y alegría: Turquía entrará en la guerra... Esperamos con gran ansiedad las noticias de la radio". Y al día siguiente: "Mi querida Kitty: La alegría dio paso a la decepción en menos de una hora. Turquía aún no ha entrado en guerra; el ministro de allí solo mencionó la supresión inminente de la neutralidad". Desde Mariúpol, Anna nos escribe.