omo era previsible el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha rechazado los recursos de los gobiernos de Hungría y Polonia contra la norma de condicionalidad impuesta por la Comisión Europea. Bruselas decidió paralizar la llegada de fondos europeos a los dos Estados miembro, mientras sus gobiernos no solventen los expedientes abiertos ante la vulneración de derechos fundamentales por los Ejecutivos de Budapest y Varsovia. De esta forma, los ultranacionalistas Orbán y Morawiecki, deberán decidir si reculan y decaen sus legislaciones contra la independencia judicial, contra la libertad de prensa, contra los colectivos LGTBIQ y un largo etcétera de agresiones a los principios y valores democráticos europeos y si persisten en su actitud sobrevivir sin ayudas europeas o abrir la puerta de salida de la UE al estilo británico. El problema de ambos países es que fuera de la Unión su situación geopolítica pasaría a depender de la órbita de influencia rusa, lo que en Polonia es inaceptable y en Hungría provocaría una división de la población muy grave.

Condicionar la obtención de ayudas de la UE al cumplimiento de las normas de Tratado de la Unión, no debería significar ninguna novedad, pues, se trata simplemente de cumplir las reglas del juego. Si suscribes un acuerdo quedas automáticamente obligado a respetar lo firmado si quieres gozar de los beneficios de pertenecer al club europeo. La argumentación de los gobiernos eurófobos polaco y húngaro no tiene consistencia alguna: yo tengo derecho a hacer lo que quiera en mi Estado, pero quiero disponer de todas las ventajas del Mercado Único y de los fondos de cohesión cuya finalidad es reducir la brecha de renta per cápita en los Estados miembro. El único aspecto novedoso de la situación es que la Comisión Europea ya ha empezado a retener todas las cantidades que les corresponderían, después de muchos años de amagar y no actuar y que, con esta sentencia del Tribunal de Luxemburgo, se agotan todos los recursos legales de Polonia y Hungría.

La canciller Angela Merkel abogó durante muchos años por dialogar y contemporizar con Varsovia y Budapest en su línea de no tensar la cuerda en el seno de la UE. Sin embargo, finalmente se convirtió en la principal defensora de la defensa a ultranza de los valores europeos como garantía de supervivencia del proyecto de construcción europea. Otra alemana, Ursula von der Leyen, ha demostrado que no le tiembla el pulso a la hora de sancionar a quiénes no cumplen el Tratado en cuestiones tan básicas como los derechos humanos y la democracia. En Polonia, los hermanos Kaczynski desde su partido Ley y Justicia, vienen imponiendo una legislación que prácticamente ha acabado con la independencia de los jueces y que, mediante continuas multas, compra de medios privados por parte de empresas públicas y acoso los periodistas ha puesto en grave riesgo el ejercicio de la libertad de información. Orbán no les ha ido a la zaga y a violaciones de derechos similares a las ocurridas en Polonia, ha unido leyes xenófobas y homófobas.

Todo este repertorio de populismo ultra ha situado a dos Estados miembro claros beneficiarios de la adhesión a la UE, al borde de su expulsión de facto de la misma. La pérdida de derechos como socio está recogida en los Tratados y ahora empieza a hacerse efectiva para estos gobiernos díscolos. Tanto Polonia como Hungría son países que han visto incrementar notablemente la renta per cápita de sus ciudadanos desde que forman parte de la Unión Europea. Pero, además, difícilmente tienen alternativas fuera de ella. Polonia quedaría aislada y ante los deseos anexionistas de la Rusia de Putin que ya está demostrando que le ha perdido la vergüenza a amenazar a sus vecinos. Solo le quedaría el lejano amparo del Reino Unido y de Estados Unidos. Y la economía húngara depende en un altísimo porcentaje de las relaciones comerciales con sus socios comunitarios. Por tanto, me temo que la jugada escapista de estos gobiernos ha llegado al límite y ahora se enfrenta al momento decisivo de cumplir las leyes o enfrentarse a las urnas y a la voluntad de sus ciudadanos ante el espejo de la cruda realidad.