egún la Real Academia de la Lengua, extraordinario es aquello que es "poco común, que se sale fuera del orden o regla general o que sucede rara vez". Una palabra que sirve, lo mismo, para alabar que cuestionar.

Por poco común, sin duda, hemos tenido a dos personas como Juan José Pujana (primer presidente del Parlamento Vasco) y Pello Zabala (fraile franciscano de Arantzazu). Cada uno desde su ámbito, el político y el religioso, compartieron una misma causa común, su amor y trabajo por el euskera. En tiempos duros, complicados, cuando estaba castigado hablar en el idioma vasco -porque eso ocurrió aunque ya no se recuerde-; en la transición y, después, en tiempos de democracia.

Dos hombres extraordinarios cuya pérdida lloramos en la misma semana en la que una jueza ha venido a empañar a golpe de sentencia el siempre complicado camino hacia la normalización lingüística de nuestro país. Y, así, de manera extraordinaria -por cuestionable- la magistrada se ha salido del orden o regla general al fallar a favor de una trabajadora del Ayuntamiento de Laudio que no logró sacar el perfil lingüístico que se requería para su puesto y al que se había comprometido a llegar la empleada. Y hete aquí, que en su camino, la aspirante a funcionaria se encontró con esta jueza que ve en el euskera una lengua que entraña "extraordinarias dificultades" para ser aprendida y, por tanto, para obligar a su readmisión.

Cuanto extraordinario y tan diferente en torno al mismo tema.

¿Qué habrá hecho el euskera para merecerse tanto vilipendio y ataque? Volver a aludir a la complejidad de nuestro idioma para quitarle el valor y la riqueza que tiene solo alimenta argumentos populistas. Nuestro país puede hacer gala de tener dos idiomas oficiales, que enriquecen nuestra cultura. La venda de la justicia, esta vez, no ha sido para ser equilibrada sino para no saber ver que tenemos un idioma que sólo ha sucedido en un lugar del mundo. Ser dueños de un tesoro así, sí que es extraordinario.