todos nos ha tocado alguna vez sufrir a amigo, compañero o colega que con su modo de comportarse ha originado tensión en el grupo que sea. Me refiero a momentos en que casi todos han quedado en ir a cenar aquí o pasar la tarde allá y alguno dice que ahí no va, que no le gusta o cualquier impertinencia que ocasiona innecesarias desavenencias en el grupo.

Me he acordado de esos tocapelotas al observar comportamientos ante la pandemia, pues aun existiendo expertos que proponen medidas y un cierto consenso social en atenderlas, me vengo encontrando con gente orgullosa de saltarse mascarillas en los bares, romper confinamientos, huir de hacerse tests, reírse del pasaporte covid o escapar de la vacunación. Y eso genera innecesarias discordias sociales.

No me imagino, a pesar de jueces, al Gobierno Vasco tomando decisiones por jorobar sin que los científicos les asesoren sobre las medidas, y eso lo percibe una mayoría que las entiende y se aviene a intentar cumplir las normas. Otra cosa es que ante esta desconocida pandemia, haya, que los hay, epidemiólogos para todos los gustos, y ahí se complican las cosas, pues cada medio y cada partido de la oposición, con el único objetivo de desgastar a quien decide, saca su científico para contradecir lo que sea. Lo peor del asunto es que todos los que tienen altavoces para expresar opiniones terminan por dar justificación a negacionistas y tocapelotas de los de saltarse los criterios que son para todos.

Lo de los amigos que rompen acuerdos puede ser complejo de inferioridad o que simplemente no se tocaron lo suficiente de adolescentes, o se tocaron demasiado, que también es malo, lo de negacionistas y voceros coñazos pandémicos no es que sean malos ni se toquen nada, que se lo tocan a los demás, simplemente son insolidarios, y nuestra sociedad, aunque se nos llene la boca de cosas buenas sobre nosotros, está llena de insolidarios.