l Gobierno de Pedro Sánchez se ha metido en un buen berenjenal con la reforma laboral. Las negociaciones en las que está sumido, con la vicepresidenta Yolanda Díaz al frente pero a muy distintas bandas (el PSOE por un lado, Unidas Podemos por otro) son más complicadas que un sudoku tridimensional en versión geometría política variable. A saber, se trata de cuadrar el círculo -entiéndase la ironía en la elección de las figuras- entre los partidos de la coalición -nada sencillo-; circular el triángulo de los firmantes del acuerdo (Ejecutivo, sindicatos, patronal) en el caso de que se llegara a tocar "una coma"; triangular el cuadrado de la mayoría de la investidura (PNV, ERC, EH Bildu, BNG) y, si no funciona, que parece que no, pedir socorro al pentágono. No al amigo Biden, que bastante tiene con lo suyo y con jugar a la guerra en un país que ni con gogglemaps sería capaz de situar, sino a una forma aún más rocambolesca. Sin el etéreo bloque de investidura, y aún más tras el órdago de ayer, el Gobierno busca una alternativa todavía más poligonal. Más frankestein, que diría la derecha. Y es que hay quienes creen que la reforma podría convalidarse con los votos de los socios de gobierno (PSOE y UP), Ciudadanos, el PdeCat, el partido del dicharachero virólogo cántabro Miguel Ángel Revilla, las formaciones canarias, Teruel Existe y hasta UPN. Eso ya no es geometría variable, sino geometría experimental en el espacio, capaz de resolver el gran problema cuyo sencillo enunciado dice: 'Dadas tres rectas paralelas no coplanares, construir un triángulo equilátero que tenga sus tres vértices sobre las rectas'.geómetra Yolanda. Todo ello, con incompatibilidades entre partes excluyentes que hacen aún más complicado el sudoku. Pero cosas más difíciles ha conseguido la política, aunque también la política ha dado al traste con asuntos infinitamente más sencillos. Suerte, compañera
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