a sabía yo que tarde o temprano tenía que llegar. Y ha sido este puente. Ya les digo que andaba notando desde hace algún tiempo la mosca detrás de la oreja. Y la vocecilla en mi cabeza, pero no quería ponerle altavoz. En fin, que, finalmente, me he dado cuenta de que, lo que hace tiempo venía sospechando, es verdad: he pasado a formar parte de la bandada de las rara avis de esta pandemia.
Les cuento. He dejado de acudir con más o menos fluidez a casa de mis familiares y amigos para evitar contagios. Llevo la mascarilla puesta en los bares. Incluso cuando salgo y entro del establecimiento o voy al servicio. Entiendo que, en el tiempo actual, la cosa de que te llamen las rastreadoras de un día para otro es misión imposible. Alucino cuando veo imágenes de gente desaforada en los partidos de fútbol o en el puente en Madrid. Etc, etc.
Normas, hábitos, maneras, recomendaciones o procederes -como quieran llamarlo- que se han convertido en hábito en mi vida cotidiana. Todo mientras alucino al ver que quienes no se han vacunado solo necesitaban estar faltos de pasaporte covid para entrar en un bar para asumir el pinchazo. Ni mayores vulnerables, ni tensión en los hospitales, ni gente en las UCI, ni solidaridad con los profesionales de la sanidad que surfean desde hace tiempo la maldita sexta ola que podíamos haber evitado con esfuerzo. ¡Qué va! Barrera en forma de papel en la entrada de la discoteca ha sido suficiente para repensarse el asunto.
Indignación a la que se suma ver que otra gran parte de personas vacunadas creen que la inmunidad corre por sus venas y que todo aquello de ser prudentes ya no va con ellas. "¿Mascarilla, para qué? Yo ya estoy vacunado", respondía ayer un señor mayor, candidato de UCI, a una camarera que le advertía de que la obligatoriedad del complemento no ha pasado y sigue siendo necesario.
Lo mejor es que la misma persona hacía extensivo al resto del local su contrariedad porque Osakidetza haya retrasado las operaciones no urgentes a los pacientes crónicos. "No hay derecho", decía. ¿Derecho? Nos sobra en la misma medida que nos falta responsabilidad. Lo que les digo. Rara avis.