i amigo está hundido. Dice que en la vida ha tomado siempre decisiones equivocadas. Que siempre se ha confundido al decidir. No me atrevo a responderle con la verdad. Le digo que no se torture, que en adelante las cosas seguro que van a cambiar, pero en el fondo pienso que tiene razón. Aunque lo quiero mucho, creo que siempre ha decidido mal porque lo ha hecho desde la soberbia y desde el querer superar a los demás; desde la competencia y desde querer ser quien no es. Se lo debería decir. Quizás se lo diga con la segunda caña.
Puedo empezar por decirle que hace poco he leído El huerto de Emerson de Luis Landero y que, entre otras muchas cosas, Landero nos regala una valiosa idea: la importancia de cultivar cada una y cada uno de nosotros nuestro huerto, lo que significa que lo mejor que cada persona puede hacer en la vida es cultivar lo que tiene, lo que es, y sacar de ahí lo mejor de sí mismo. Que el intento de ser quien no se es, o de tener a toda costa lo que no se tiene, o el de mirar siempre a lo que tienen los demás, es en vano. Es el camino de las malas decisiones.
La duda es una parte importante de la vida y no siempre acertamos cuando tenemos que decidir, cuando llegamos a un cruce de caminos. Pero creo que pensar en nuestro pequeño huerto, en los frutos que es capaz de dar, y en cuidarlo a toda costa es una clave importante a tener en cuenta cuando no sabemos qué camino elegir.
Ahora mismo yo también dudo, he dudado, sobre si decirle la verdad, pero pensar en esto me ha llevado a decidir que se lo voy a decir, porque una manera de cuidar mi pequeño huerto es también cuidar a las personas que tengo cerca. Ayudarles a ver las malas hierbas que han crecido en su parcela creo que es una buena decisión, porque a veces necesitamos que alguien vea desde fuera lo que no somos capaces de ver desde nuestro propio huerto. Pido una caña, voy preparando las palabras.