sta semana Horacio ha degustado una serie de placeres catódicos que le han elevado a un estadio superior. No es un consumidor avieso de televisión, pero en su selección natural encuentra especímenes interesantes que le enganchan puntualmente a una caja que no es tan tonta como la pintan. Bosé, Ayuso o la final de Copa del Rey sin reino ni plebeyos le mantuvieron atento por diferentes motivos. Con los bares de Gasteiz trincados uno se agarra a compañeros de viaje inesperados...
Pero más allá del deterioro cognitivo del hijo del torero fucker por excelencia; el ascenso irrefrenable de la estulticia hecha mujer al trono de la Puerta del Sol; y el enésimo hundimiento de la gabarra frente a Messi antes de salir del muelle, lo que ha subyugado a Horacio ha sido el affaire Superliga con Florentino al frente. Y es que el ratoncito Pérez de la política y las finanzas españolas ha dado un máster exprés de neoliberalismo que la Fundación Faes y los herederos de la Escuela de Chicago deberían obsequiar con algún doctorado honoris causa. El planteamiento es muy simple: los equipos grandes de Europa se deberían arrejuntar en una liga propia, ajena a las competiciones nacionales y a la Champions, para ganar más pasta. Sin tapujos ni cortapisas.
Y el argumentario del presidente de ACS no tiene desperdicio tampoco. La economía se configura como una pirámide: cuanto más dinero ganen los ricos, algo más de restos de comida les caerán a los pobres.
Horacio contempló en aquella entrevista a un señor que siempre ha salido indemne de negocios turbios con inversiones opacas, corrupciones variadas, comisiones, control de medios y clientelismo político. Y vio en esa apariencia de vendedor de El Corte Inglés, sección caballeros, al ángel custodio del sistema, al gurú de la derecha, al epítome de la nueva (vieja) ideología neocon. Y solo pudo gritar ¡Hala Madrid!.