Hace no tantos años, si alguien quería leer una reflexión seria sobre política, economía o cultura tenía que recurrir a un periódico, una revista especializada o, en su versión digital, a un blog. Hoy, en cambio, los grandes debates no empiezan en la portada de Noticias de Álava, El País o en Financial Times, sino en un hilo de Twitter/X con 12 tuits, en un carrusel de LinkedIn con diapositivas que parecen sacadas de una presentación de PowerPoint o en un “post explicativo” de Instagram que se desliza con el dedo.
No son solo modas. Son la respuesta de una audiencia que vive con la atención dividida, permanentemente interrumpida por notificaciones y estímulos. En este nuevo ecosistema, los hilos se han convertido en la nueva forma de ensayo corto: cuentan historias, ofrecen análisis, crean tensión narrativa con cliffhangers (“sigue leyendo en el siguiente tuit”) y, sobre todo, caben en nuestra rutina diaria de scroll infinito.
La pregunta es inevitable: ¿qué significa este auge para el periodismo tradicional? ¿Estamos viviendo una democratización de la palabra o una trivialización del debate público?
Vamos a verlo en nueve ideas.
1. Del artículo al hilo: un cambio de soporte y de expectativas
El artículo periodístico tradicional tiene una estructura clara: titular, entradilla, cuerpo con datos y contexto, cierre. Requiere un espacio concentrado, un tiempo de lectura sostenido. En cambio, el hilo se fragmenta en pequeñas dosis de información, que se encadenan con la lógica de la plataforma: cada tuit funciona por sí mismo, pero también como parte de una secuencia.
Un buen hilo no solo informa: engancha. Cada tuit funciona como un cliffhanger que empuja al siguiente. “Y aquí es donde se pone interesante…”, “Lo que ocurrió después te sorprenderá…”, “El detalle que nadie te contó está en el siguiente tuit”. El formato, por su naturaleza, está diseñado para mantenerte dentro.
El periodismo, en cambio, sigue pensando en términos de artículos que se leen de principio a fin, sin interrupciones. En un mundo donde la atención media online no llega a 8 segundos, el hilo parece adaptarse mejor a las reglas del juego.
2. El storytelling como motor del éxito
Lo que diferencia a un buen hilo de un mal hilo no es la información. Sobre todo, es la forma de contarla. En X se han popularizado narraciones casi literarias: periodistas, divulgadores y hasta ciudadanos anónimos construyen relatos que combinan datos, contexto y tensión narrativa.
Un ejemplo clásico: los hilos sobre historia. Un usuario empieza con una frase potente: “El otro día os prometí que os explicaría el misterio que se esconde tras esta lápida en la que reposan dos soldados del Imperio Austrohúngaro que lucharon y murieron en la I Guerra Mundial… y que fueron enterrados juntos. Hilo va”. El lector ya está dentro, y quiere más.
La lógica del storytelling, con una introducción que engancha, desarrollo con ritmo, giros narrativos, final memorable, se ha trasladado al formato corto. Y aquí hay una paradoja: necesitamos historias para entender el mundo, pero ya no queremos leerlas en forma de largos artículos. Las preferimos troceadas, con cliffhangers, en hilos que nos son más asumibles.
3. Carruseles de LinkedIn e Instagram: la versión visual de los hilos
No todo se queda en Twitter. En otras redes sociales, como LinkedIn o Instagram, los carruseles cumplen la misma función: ofrecen un relato en capítulos. La diferencia es que aquí no necesariamente se hacen con palabras, sino con diapositivas visuales que imitan las presentaciones corporativas o las infografías educativas.
- En LinkedIn, proliferan los carruseles que explican en 10 diapositivas “cómo negociar un sueldo”, “las 5 lecciones de liderazgo de la Fórmula 1” o “cómo escribir charlas más impactantes”. Cada diapositiva funciona como un tuit: breve, clara y lista para deslizar a la siguiente.
- En Instagram, cuentas divulgativas han convertido los carruseles en mini-ensayos visuales: “qué es la inflación explicado en 5 slides”, “qué significan los microplásticos para tu salud”, “a qué se supone que le tienes miedo”, “cómo reconocer noticias falsas en 7 pasos”.
La diferencia con el artículo periodístico es brutal. No hay que invertir 10 minutos de lectura. Basta deslizar con el dedo, sin abandonar la red social.
4. Economía de la atención: la batalla del scroll
El auge de los hilos y carruseles se explica, sobre todo, por un factor: la economía de la atención. En un entorno donde cada notificación compite con otra, el recurso más valioso no es la información, sino el tiempo del lector.
Los hilos triunfan porque respetan (o manipulan) ese tiempo: ofrecen información en pequeñas píldoras, fáciles de consumir en ratos muertos, en la cola del súper o en el autobús. Los artículos, en cambio, exigen concentración sostenida.
No es que los lectores sean más vagos. Es que la vida digital está diseñada para interrumpirnos constantemente. Y el periodismo, si quiere competir, tiene que aprender de esas lógicas.
5. ¿Democratización o trivialización?
Aquí surge el debate central: ¿los hilos y carruseles democratizan la información o la trivializan?
- A favor: permiten que cualquiera pueda explicar un tema con claridad, sin necesidad de tener espacio en un periódico. Hay muchas personas expertas en lo suyo. Muchos hilos se convierten en auténticos ensayos virales, acercando conocimiento a audiencias que nunca leerían un artículo académico.
- En contra: a veces se simplifica tanto que se deforma la realidad. Los hilos tienden a dramatizar, exagerar o sesgar para mantener la atención. El cliffhanger permanente empuja a construir relatos más cercanos a la ficción que al periodismo.
En definitiva, son una herramienta ambivalente: acercan la información, pero al precio de convertirla en espectáculo.
6. Impacto en el periodismo tradicional
Para los periódicos, este fenómeno supone todo un reto. Los lectores jóvenes no llegan a los artículos, pero sí leen hilos de divulgadores que explican lo mismo en Twitter. Muchas veces, con menos rigor, pero de forma más atractiva.
Algunos medios ya están reaccionando: periodistas que publican primero un hilo para enganchar y luego enlazan al artículo completo al final. Otros adaptan sus contenidos a formatos híbridos: reportajes que se resumen en carruseles de Instagram o que se trocean en vídeos cortos.
Pero tendríamos que preguntarnos: ¿debería el periodismo adaptarse a esta lógica, o resistirse y reivindicar la lectura larga?
7. El poder de los amateurs: microperiodismo ciudadano
Los hilos también han dado lugar a un fenómeno nuevo: el microperiodismo ciudadano. Personas sin formación periodística, pero con interés y capacidad narrativa, construyen relatos que llegan a miles de lectores. Algunos se convierten en referentes de nicho: historia, economía, ciencia, cultura pop. Unos pocos, en verdaderos influencers con cientos de miles de seguidores.
Esto tiene ventajas (diversidad de voces, democratización) y riesgos (falta de rigor, desinformación). El periodismo profesional, acostumbrado a monopolizar la credibilidad, se enfrenta ahora a una competencia inesperada: narradores amateurs con gran capacidad de enganchar.
8. Storytelling y cliffhangers: ¿qué aprendemos de ellos?
Más allá del juicio moral, hay algo que el periodismo puede aprender de estos formatos: el arte de enganchar. El storytelling, los cliffhangers y la segmentación de información no son inventos de Twitter; son recursos narrativos de siempre.
La diferencia es que ahora se aplican en microformatos digitales. Un buen artículo que empieza con un gancho, que crea tensión narrativa y que se apoya en ejemplos claros, tiene más posibilidades de sobrevivir en esta economía de la atención.
9. Lo que viene: newsletters, TikTok y la fragmentación final
Los hilos son solo un eslabón en la cadena. También crecen las newsletters (que funcionan como “hilos largos” enviados al correo) y los vídeos explicativos en TikTok o los Reels de Instagram (que cumplen la misma función en formato audiovisual). Todo apunta a una tendencia: el contenido se fragmenta, se multiplica y se adapta a la atención dispersa del usuario.
El artículo largo no va a desaparecer, pero tendrá que convivir con estas nuevas formas. Y, quizá, aprender a usar sus trucos narrativos sin perder el rigor.
Del periódico al hilo (y vuelta)
Los hilos de Twitter, los carruseles de LinkedIn y los posts de Instagram no han matado al periodismo, pero sí lo han obligado a mirarse en el espejo. La gente sigue queriendo historias, explicaciones y contexto. Lo que ha cambiado es el envoltorio: ya no queremos abrir un periódico en papel, sino encontrar el análisis mientras hacemos scroll.
La pregunta no es si los hilos son mejores o peores que los artículos. La pregunta es cómo podemos aprovechar lo mejor de ambos mundos: la capacidad de enganchar de un hilo, con el rigor y la profundidad de un buen reportaje.
Porque, al final, no se trata de elegir entre leer en un periódico o en X. Se trata de no renunciar a entender el mundo, aunque sea en 280 caracteres.