Llega el amigo imaginario 2.0: un avatar creado por inteligencia artificial con efectos secundarios
Los avatares creados para interactuar con los diferentes chatbots pueden afectar negativamente a la salud mental de los jóvenes que pasan demasiadas horas frente a las pantallas de dispositivos electrónicos
Resulta común en el desarrollo psicosocial de los niños la presencia en sus vidas de un amigo invisible, un personaje ficticio que un niño crea con su imaginación y con el que interactúa como si fuera real. Este fenómeno generalmente se da entre los 2 y los 8 años aunque puede alargarse un poco más y acaba desapareciendo por sí solo. Salvo casos muy inusuales, no supone un problema.
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Pero esta presencia en la vida de los menores de un amigo invisible ha podido dar un salto adelante apoyado en la inteligencia artificial (IA) y unido al abuso de pantallas en niños y adolescentes. La combinación de ambas está generando una adicción emergente: la dependencia de compañeros de inteligencia artificial o avatares.
Nueva figura de apego
Se trata de una conducta peligrosa porque esos recursos de inteligencia artificial pueden llegar a sustituir a las figuras de apego, como si fuera la nueva versión 2.0 del amigo invisible, pero sin que desaparezca cuando el menor adquiera la madurez necesaria.
El psiquiatra infantil del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (HUMV) de Santander, Miguel Mamajón, está a cargo del Programa Pantallas, una iniciativa pionera para prevenir y tratar el uso excesivo de las pantallas en niños y adolescentes con un abordaje individual y también grupal, con sesiones en las que participan los menores con sus padres.
La mayor parte de los pacientes que llegan a este programa son adolescentes que pasan más de siete u ocho horas diarias con pantallas, explica a EfeMiguel Mamajón.
Pero lo que últimamente está llamando la atención de los expertos es una dependencia emergente a los compañeros de inteligencia artificial: avatares con los que el usuario establece diálogos y con los que llega a cubrir necesidades emocionales. “Sustituyen las figuras de apego y pueden convertirse en un problema serio. La IA te responde y te hace una devolución de lo que tú le dices, en un ciclo infinito. Tú te relacionas con la IA y ella, en base a tu experiencia, te da respuestas vacías por aprendizaje mecánico”, explica Mamajón.
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Advierte de que así se crea “adicción en el sentido de dependencia emocional hacia la propia inteligencia artificial”.
Un abuso ignorado
Este psiquiatra avisa de que el abuso de pantallas tarda en detectarse porque se trata de hábitos que están normalizados en la sociedad.
“Y por una sencilla razón, en una adicción a sustancias tóxicas se ve un deterioro rápido y además socialmente tiene otra aceptación. Las redes sociales y en conjunto todas las nuevas tecnologías están socialmente mejor vistas y son más silentes. Y eso dificulta la detección”, subraya.
Las consecuencias de una exposición abusiva a pantallas no sólo resultan en una mayor vulnerabilidad ante trastornos de salud mental, sino que multiplican el riesgo de que puedan aparecer otros problemas, como los de la conducta alimentaria o el acoso escolar, por el tipo de contenidos a los que los menores tienen acceso en redes sociales.
“Pongámonos en el contexto de una chica de 12, 13 o 14 años que empieza a preocuparse en exceso por su imagen, y que consume contenidos de celebridades que no dejan de enviar imágenes donde el canon de belleza se eleva cada vez más. Si a eso se le suma gente inexperta dando consejos de qué hacer y qué comer con poca evidencia científica, esto supone un cóctel explosivo”, dice Mamajón.
Por eso, este especialista defiende que, en la medida de lo posible, hay que intentar retrasar la entrega del teléfono inteligente o de dispositivos electrónicos similares al menos hasta los 16 años.
Ayuda a los padres
Los casos que están viendo en el Hospital Valdecilla de Santander dentro del Programa Pantallas llegan “empujados por los padres”.
Y lo que esos padres trasladan a los especialistas es su inseguridad e incertidumbre al afrontar este problema.
“Te encuentras a padres que no saben ni por dónde empezar para abordar este problema con sus propios hijos”, señala Mamajón.
En las sesiones de terapia se trabajan estilos de crianza, comunicación, acompañamiento a los padres, o mecanismos y formas de proteger a sus hijos, como el control parental. “Se necesita mucho tiempo y mucha dedicación”, resalta el psiquiatra.
En cualquier caso, recomienda a los padres “desarrollar más interés sobre lo que consumen sus propios hijos”, además de “acompañar y proteger”.
“Que les pregunten qué influencer les gusta, o que aprovechen cuando en el telediario ponen una noticia sobre redes sociales para intentar debatir en casa. También que el propio padre o madre le pida al hijo que le enseñe habilidades. De esta forma se fomenta el diálogo familiar y el conocimiento sobre lo que les pasa a los hijos”, afirma.
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