Igual que con la piel, para cuidar el cabello, cada paso tiene su momento y su razón de ser, y alterar esa secuencia puede hacer que los productos no funcionen como deberían o incluso que se anulen entre sí.
¿Siempre se empieza con el champú? No siempre
Aunque el champú suele ser el primer paso, hay ocasiones en las que conviene hacer un prelavado. Este paso previo no es obligatorio, pero es muy útil en cabellos que se engrasan con facilidad, con restos de productos acumulados o si hay caspa o desequilibrio en el cuero cabelludo. Los prelavados pueden ser aceites que se aplican en medios y puntas para proteger la fibra capilar antes del lavado, exfoliantes que limpian en profundidad el cuero cabelludo, o tratamientos detox que ayudan a purificar y equilibrar. Este paso prepara el cabello y el cuero cabelludo para que todo lo que venga después funcione mucho mejor.
El champú va en la raíz, no en las puntas
El champú está diseñado para limpiar el cuero cabelludo, ahí es donde se acumula grasa, sudor, contaminación y residuos de otros productos. Aplicarlo en los largos puede resecar y no aporta ningún beneficio. Lo correcto es aplicarlo directamente en la raíz y masajear bien. La espuma que cae al aclarar será suficiente para limpiar el resto del cabello sin dañarlo.
Acondicionador o mascarilla, pero no los dos
Después del lavado, el cabello necesita hidratación o nutrición. Aquí surge una duda frecuente: ¿hay que usar acondicionador y mascarilla? No, solo uno. El acondicionador es ideal para el uso frecuente: suaviza, desenreda y deja el cabello más manejable. La mascarilla, en cambio, actúa en capas más profundas, reparando, nutriendo y restaurando. Se recomienda una o dos veces por semana, según el tipo de cabello. En cabellos finos, conviene aplicarla solo en medios y puntas. En cabellos gruesos o rizados, puede extenderse incluso desde la raíz si el cabello lo necesita.
Es importante que el cabello no esté chorreando al aplicar la mascarilla
Hay que quitar el exceso de agua con una toalla o con las manos, ya que el producto se adhiere mejor y penetra con más eficacia. Pero también hay mascarillas, como las de la línea Authentic Beauty Concept, que están formuladas para activarse con el agua. En estos casos, el cabello sí debe conservar algo de humedad, ya que el producto necesita esa base acuosa para hacer su función correctamente. Por eso, conviene leer bien las indicaciones y adaptar el modo de uso a la fórmula concreta.
El turno de los productos sin aclarado
Una vez aclarado el cabello, con él aún húmedo, se aplican los productos sin enjuague: sprays desenredantes, cremas hidratantes, lociones de tratamiento o productos densificadores. Estos ayudan a proteger, mejorar la manejabilidad y preparan el cabello para el styling. En cabellos finos se recomiendan texturas ligeras que no aporten peso. En rizados, se aplican con el cabello bien mojado para ayudar a activar la forma natural del rizo.
Styling, definición y protección térmica
Con el cabello preparado, llega el momento de los productos de peinado. Aquí entran espumas, geles, cremas de definición o mousse. Se escoge según el efecto deseado: más fijación, más cuerpo, más forma. En cabellos gruesos o secos, se pueden combinar con una crema hidratante ligera antes del producto de fijación. En cabellos rizados, definir con técnica scrunch mientras se aplica el producto potencia el resultado.
Si se va a usar calor, el protector térmico no es opcional. El calor deshidrata y debilita la fibra capilar. Algunos productos de styling ya lo incluyen, pero si no es el caso, se debe aplicar uno específico, distribuyéndolo bien antes de secar, planchar o usar tenacillas.
Toques finales para un acabado perfecto
Para terminar, podemos añadir un producto de acabado: unas gotas de aceite, un sérum ligero o una bruma capilar. Estos se aplican en seco, en puntas o largos, y aportan brillo, suavidad y, en el caso de las brumas, también un perfume agradable o una hidratación ligera. Son muy útiles para refrescar el peinado entre lavados sin sobrecargar el cabello.