Estás en la cama y de repente te despiertas sobresaltado por un intenso dolor en la parte trasera de la pierna que no puedes soportar y que eres incapaz de calmar. Se te ha subido la bola, que es como popularmente conocemos a subirse el gemelo.

Te levantas de un brinco, pero el dolor persiste; no sabes bien qué hacer, pero tampoco puedes estarte quieto. Se trata de un calambre en el músculo del gemelo y ocurre cuando este se contrae de forma involuntaria y dolorosa. Nos impide poner el pie de otra forma que no sea de puntillas y puede durar desde unos segundos hasta algunos minutos.

Causas de los calambres

Los músculos son más propensos a sufrir calambres cuando están fríos, ya que la falta de calor disminuye la elasticidad muscular. La deshidratación es otra de las causas que puede motivar este tipo de espasmo muscular al desequilibrar los niveles de electrolitos y afectar a la función muscular.

La falta de minerales esenciales como el potasio, el calcio o el magnesio también puede afectar al funcionamiento de los músculos y provocar estas contracciones involuntarias y dolorosas.

El sobreesfuerzo o la actividad física intensa pueden agotar el músculo, lo que aumenta el riesgo de calambres, especialmente después de realizar ejercicio o durante la noche. Y si la sangre no fluye correctamente hacia los músculos, puede haber también una acumulación de ácido láctico que favorezca la aparición de calambres.

Un fisioterapeuta realiza un masaje en el gemelo a un paciente.

Una mala postura o una sobrecarga muscular, permanecer en una misma posición durante mucho tiempo (de pie o sentado) o forzar el músculo con un movimiento brusco o incorrecto puede desencadenar también estos espasmos. En el caso de que se vaya a hacer una actividad deportiva intensa, es conveniente realizar ejercicios de calentamiento previos para preparar los músculos.

Por su parte, las mujeres embarazadas son propensas a sufrir calambres por los cambios en la circulación y el aumento de presión en los músculos de las piernas.

Consejos para calmarlos

Por todos estos motivos, cuando sientas la punzada del calambre, hay una serie de medidas que puedes adoptar para relajar el músculo y hacer que remita el dolor cuanto antes. Algunas de ellas son:

Estirar el músculo

Si estás de pie, estira la pierna afectada hacia atrás, colocando el talón en el suelo mientras mantienes la pierna recta. Esto alargará el músculo y ayudará a relajar el calambre. Si el calambre ocurre mientras estás sentado o acostado, toma los dedos del pie afectado y suavemente tira de ellos hacia ti, manteniendo la pierna estirada.

Masajear el músculo

Masajea suavemente el músculo del gemelo con las manos para relajar la tensión y ayudar a que la sangre circule mejor. Para sentir mejoría puedes hacer sobre la zona afectada movimientos circulares o de arriba hacia abajo.

Una mujer se lleva la mano al gemelo tras una sesión de ejercicio.

Aplicar calor o frío

Aplicar una compresa caliente o una bolsa de agua caliente sobre el músculo puede ayudar a relajarlo si el calambre persiste. Si el gemelo aún duele después de que el calambre se haya relajado, puedes aplicar hielo para reducir la inflamación y el dolor.

Caminar o mover la pierna

Caminar un poco o mover la pierna de manera suave puede ayudar a mejorar la circulación sanguínea y aliviar así la tensión en el gemelo. De esta forma, poco a poco irá desapareciendo la molestia.

Hidratarse

Si el calambre se debe a la deshidratación, bebe agua o bebidas con electrolitos para reponer los niveles de líquidos y minerales, como potasio y magnesio.

Evitar movimientos bruscos

Una vez que el calambre desaparezca, evita realizar movimientos bruscos o ejercer mucha presión sobre el músculo, ya que puede estar todavía sensible y, por lo tanto, más propenso a sufrir otro calambre.

Seguir estos consejos te ayudará a aliviar el calambre y a reducir las molestias posteriores. Si sufres calambres de manera frecuentes, puede ser conveniente consultar a un médico para tratar de identificar posibles deficiencias o algún problema circulatorio.