No hay dos sin tres. El Baskonia agudizó su estado de crisis tras su hundimiento final en la visita al Casademont Zaragoza y consumar, a la postre, su tercera derrota consecutiva en una semana de infame recuerdo e involución en las filas vitorianas. 

Y eso que la cuarta victoria en ACB parecía estar encarrilada después de 30 minutos marcados por un juego coral más bien sólido. Sin embargo, el apagón en el último cuarto y el consecuente parcial de 31-19 resultó insalvable para las aspiraciones azulgranas. Cuando el Baskonia dejó de apostar por la circulación de balón y se empeñó en buscar las individualidades de su elenco, el anfitrión comenzó a recortar distancias a pasos agigantados y desató el pánico en la cariacontecida expedición azulgrana, incapaz de frenar en seco la reacción de su adversario. 

Se echó en falta oficio, temple y seguridad en sus propias posibilidades durante el fatídico epílogo. No es menos cierto también que el endeble juego interior volvió a quedar en evidencia. En esta ocasión, tanto Diop como Hall se dieron de bruces ante el músculo de Bango. Con anterioridad, el Baskonia había dado demasiadas facilidades a la infalible muñeca de Dubljevic en el perímetro.

El último cuarto echó por tierra el solvente trabajo realizado por el Baskonia durante los anteriores 30 minutos. Aunque sin excesivos alardes, el conjunto vitoriano recuperó por fin la voluntad de ser un equipo coral en busca de situaciones de tiro favorables. Las 23 asistencias logradas por el Baskonia demostraron la mejora en este apartado respecto a los últimos precedentes, pero las 18 pérdidas terminaron condenando por contra a los vitorianos.

Excesivo nerviosismo

Estos errores colectivos, la mayoría fruto de una mala –o inexistente– comunicación entre los jugadores, dieron alas al Casademont Zaragoza. Tampoco ayudó, para calmar los ánimos, los constantes gestos de Howard tras no recibir el balón. En cualquier caso, los de Porfi Fisac, pese al desgaste físico que atañe al choque del viernes frente al Valencia Basket, gozaron de más energía en los momentos más críticos de la contienda. 

Como consecuencia directa de la visita a Zaragoza, la quinta derrota en el campeonato doméstico sitúa al Baskonia en una situación crítica a nivel clasificatorio. El billete para la Copa del Rey –un objetivo de mínimos que se le puede exigir a una entidad como la de Zurbano– se le está escurriendo de las manos de una manera inesperada. No solo por el trágico balance de resultados que arrastra el equipo de Pablo Laso y el duro calendario que le espera ante rivales como el Real Madrid, Unicaja y Valencia, sino también por las sensaciones de inconsistencia, fragilidad mental y falta de recursos que evidencia el equipo. Los miedos azulgranas salieron a la luz en el peor momento, el Baskonia empequeñeció conforme avanzaban los minutos y el mazazo resultó devastador.