El AS Mónaco, que visitará al Baskonia este viernes a partir de las 20.30 horas, protagonizó el pasado verano la mayor bomba del mercado de fichajes de la Euroliga con el fichaje de una superestrella de la NBA como Kemba Walker, que a sus 33 años se decantó por vivir su primera experiencia en el baloncesto europeo. Con sus extensos méritos deportivos, entre los que figura haber sido All-Star de la NBA en cuatro ocasiones, su contratación parecía una apuesta segura para el cuadro monegasco, aunque por ahora se está quedando en una simple anécdota. 

Cuando uno de los mejores bases que ha dado el baloncesto mundial en la última década no encuentra acomodo en la NBA, no es sin motivo, lección que ya aprendió el Baskonia con aquel galáctico fichaje de Lamar Odom en 2014 que resultó ser un completo desastre. El AS Mónaco no necesitaba una estrella exterior teniendo en sus filas a Mike James, Jordan Lloyd, Elie Okobo o Matthew Strazel, pero se le puso a tiro una operación que, de salir bien, podía convertirlo en favorito a alzar el título de la Euroliga. Se lanzó a por ella y va en camino de convertirse en un fiasco.

El base estadounidense, al que de momento no le han hecho ficha en la LNB francesa, ha disputado únicamente seis encuentros en lo que va de Euroliga, en los que se está limitando a ser el suplente de Mike James y promedia unos pobres 3,5 puntos, 1,3 asistencias y 1,2 rebotes para 2,5 créditos de valoración en poco más de 10 minutos por choque. Números paupérrimos para un jugador que cuatro años atrás estaba jugando 35 minutos por partido en los Charlotte Hornets de la NBA y promediaba 25,6 puntos, 5,9 asistencias, 4,4 rebotes y 1,2 robos.

Kemba Walker conversa con Luka Doncic durante el All-Star de 2020 NBA

Lo más lastimoso de su situación es que, al contrario que un Lamar Odom al que le condenaron sus salidas de tono extradeportivas, Kemba Walker no ha cambiado nada en su metodología de trabajo y sigue siendo tan profesional como siempre. Sin embargo, su cuerpo simplemente ha dicho basta a los 33 años cuando otros jugadores más veteranos como LeBron James, Stephen Curry, Kevin Durant, Chris Paul o James Harden a quienes en su momento plantó cara siguen rindiendo a máximo nivel en la liga norteamericana.

Una rodilla destrozada

Kemba Walker estaba hace no tanto tiempo en la cresta de la ola cuando toda su carrera deportiva se vino abajo. El pasado viernes se cumplieron cinco años desde que logró anotar 60 puntos en un partido con los Charlotte Hornets contra Philadelphia con un 21/34 en tiros de campo, récord de la franquicia. Ese mismo día, un lustro después, jugó en el WiZink Center contra el Real Madrid y terminó el partido con 2 puntos, un 1/7 en tiros y -4 de valoración.

La de 2018-19, como se ha mencionado antes, fue su mejor temporada en lo individual, ya que, además de exhibiciones como aquellos 60 puntos, logró ser titular en el All-Star. Su extraordinario rendimiento le valió para firmar como agente libre en el verano de 2019 el mejor contrato de su vida: 140 millones de dólares por cuatro temporadas con los Boston Celtics.

Su andadura en la histórica franquicia comenzó bien, cumplió con las altas expectativas generadas durante en su primera temporada y logró ser de nuevo titular en el All-Star de 2020, además de llevar a su equipo a la Final de Conferencia, en la que se quedaron a un paso de la serie definitiva por el título al caer contra Miami Heat. Ya en aquel curso se perdió algún partido por dolencias en su rodilla izquierda, que no pudo aguantar el ritmo competitivo y se resintió definitivamente en el comienzo del curso siguiente.

Después de la artroscopia que se le realizó en 2017, pasó por un tratamiento de células madre que le hizo perderse el comienzo del curso 2020-21 y dos intervenciones en el menisco, pero su rodilla no volvió a ser la misma, y él tampoco. Jugó solo 43 choques ese curso, los Celtics cayeron a primeras de cambio en el play off y lo traspasaron a Oklahoma en verano, franquicia con la que llegó a un acuerdo para rescindir contrato. Pasó después por los New York Knicks y los Dallas Mavericks, pero solo dio algunos destellos de lo que fue y siguió perdiéndose muchos partidos. De hecho, el director general de los Mavericks, Nico Harrison, llegó a admitir que su rodilla no estaba para nada bien, y que su fichaje por el salario mínimo de veterano no era más que un intento de que sonara la flauta.

Lo cortaron el pasado enero tras disputar nueve choques y, ante la falta de equipos que confiaran en él en Estados Unidos, Walker decidió aceptar la oferta del Mónaco, donde tampoco parece que vaya a darse el milagro. Ya no es el jugador que deslumbró al mundo entero con su habilidad, visión de juego y el trabajadísimo juego de pies que lo hizo imparable en su momento, y lo sabe.

Eso sí, su deseo de seguir intentándolo pese a sus dolores y resistirse a abandonar el deporte que lo apasiona, lo honra, como también lo hace su legado. Y es que, si no fuera por las desgracias que destrozaron su carrera, sería imposible poder presenciar a un jugador de su calibre en el Buesa Arena, aunque de aquella superestrella solo quede ya el nombre.