El Baskonia cosechó ayer su primera derrota en la Euroliga. Tuvo que llegar el temible Olympiacos para propiciar el primer disgusto continental de la presente temporada. Sin embargo, hay tropiezos que refuerzan la autoestima y el de ayer, sin duda, lo fue. Porque hay maneras de hincar la rodilla y el conjunto vitoriano volvió a evidenciar que va sobrado de toneladas de orgullo. Un gigante del Viejo Continente comprobó cómo se las gasta el maratoniano azulgrana, que lanzó un inequívoco mensaje a todo el mundo acerca de su fortaleza mental y asombrosa capacidad para agarrarse a cualquier partido.

Porque una velada que arrancó con pésimos augurios ante al aterrador dominio griego –así lo reflejaba ese marcador de 8-26 en el minuto 8– dio paso a una conmovedora reacción azulgrana. Esta vez no emergió el acierto de jornadas precedentes ni Markus Howard fue ese volcán en erupción capaz de ver el aro como una piscina. La transmutación alavesa tuvo su génesis en un baloncesto total que hacía tiempo no se veía en el Buesa Arena.

El Baskonia se agarró a la velada con el entusiasmo defensivo de sus canteranos, sobre todo Sedekerskis, y un baloncesto de muchos quilates en ataque basado en transiciones fugaces y una clarividencia notable en el cinco contra cinco posicional. Thompson alimentó de forma brillante a sus pares, Marinkovic se convirtió en otro generador en la sombra y Kotsar no se amilanó ante los poderosos postes de Bartzokas.

El resultado de todo ello fue un parcial de 32-10 en el segundo cuarto que permitió a los alaveses soñar con su cuarta victoria en la Euroliga. Lástima que enfrente estaba el Olympiacos, un muro de hormigón con el jugador más desequilibrante del torneo en la actualidad (Vezenkov) entre su filas y con un veterano del Vietnam como Sloukas que se convirtió en una pesadilla en el cuarto final gracias a sus tablas, su excelsa visión de juego y su aguijón en ataque.

El metrónomo del base griego careció de antídotos en un Baskonia atormentado por el abrumador dominio interior de Fall bajo los aros pero al que esta vez le sobró precipitación en algunas decisiones finales a la hora de buscar el aro heleno.

Quizá el punto de inflexión de la velada se produjo mucho antes cuando el gemelo de Sedekerskis pidió clemencia mediado el tercer cuarto con 67-57 en el marcador. El lituano tuvo que retirarse al banquillo tras sufrir un pinchazo y Peñarroya se quedó sin una pieza básica de su engranaje predestinada a nivelar la desventaja física con el Olympiacos. Pese a la decepción final, el Buesa Arena acabó visiblemente satisfecho con el despliegue de un equipo que ahora cruza los dedos por el estado físico de Howard. El eléctrico base estadounidense vio cómo dentro del último minuto el voluminoso Fall –un angelito de 218 centímetros y más de 110 kilos– caía de manera fortuita sobre su rodilla izquierda. Tras retorcerse de dolor sobre el parqué, tuvo que retirarse a los vestuarios sin poder apoyar la articulación sobre el suelo.