El milagro continental quedó hecho trizas en el Principado, sinónimo de glamur y hogar de un nuevo rico que ha venido a la Euroliga para quedarse. Prácticamente ni las matemáticas sostienen ya las esperanzas azulgranas en la máxima competición tras una inapelable derrota ante el Monaco. No bastó el arreón de orgullo final porque la desventaja había adquirido unos tintes preocupantes.

Queda el único consuelo de que el Baskonia murió con las botas puestas y acabó con la conciencia tranquila tras dejarse la vida en un, a la postre, estéril de remontada. Porque, tras verse 21 puntos abajo (57-36), tiró de casta y un monumental Granger para acariciar una gesta que le hubiese permitido estirar algo más sus opciones. Sin embargo, no fue a más el intento de rebelión de un maratoniano azulgrana con el tanque de gasolina justo y carente de la mordiente que necesitaba un encuentro de la máxima exigencia.

El billete para el Top 8 se le ha escurrido a un Baskonia que carecía de margen de error y agotó su último cartucho para colarse entre la flor y nata continental. La puerta se la cerró un Monaco rocoso y talentoso a partes iguales que se mostró muy superior desde el salto inicial.

Motiejunas y el incombustible Thomas llevaron el peligro monegasco en los primeros compases ante un Baskonia empeñado en mostrar su colmillo afilado pese a algunas canastas sencillas que se marcharon al limbo. James, cuya defensa fue encomendada por Spahija a un jugador más alto como Fontecchio, tomó la iniciativa con cuentagotas en ataque hasta el descanso y, de hecho, no inauguró su casillero anotador hasta el minuto 18 mediante un triple.

Sin embargo, ello no fue óbice para que el Monaco dominara el partido a partir de los réditos de una defensa extremadamente física que metió manos en todos los rincones de la pista e hizo sentir muy incómodo al Baskonia. El ingreso de Donta Hall, una de las sensaciones de la Euroliga, permitió a los galos dar una vuelta de tuerca a su intensidad. El de Alabama, perteneciente a esa reducide estirpe de pívots que viven en el segundo piso, atemorizó a los pívots de Spahija -sobre todo Enoch- merced a su imponente músculo, sus muelles y su poderío físico.

Hasta que lo vio todo perdido con ese 50-34 al inicio del tercer cuarto, Spahija decidió morir con únicamente seis jugadores en el Principado, una noticia desalentadora teniendo en cuenta la acumulación de esfuerzos de los últimos tiempos. El técnico croata redujo al máximo la rotación prescindiendo hasta bien entrado el duelo de casi todos sus hombres de la segunda unidad. Un error de cálculo porque fueron ellos quienes reanimaron al Baskonia.

Las pérdidas, el defectuoso cierre del rebote defensivo y la escasa estabilidad en ambos aros frustraron cualquier esperanza de dar el golpe en tierras galas. El Monaco fue un rival inabordable que confirmó su dulce momento. Un equipo largo, exuberante en la vertiente física en todas las posiciones y con la confianza por las nubes tras su reciente tacada de éxitos. Sus exteriores son capaces de hacer infinidad de palmeos y Diallo se erigió en un elemento indescifrable.

Ello no quita para que la tarde-noche del Baskonia fuera para olvidar en varios tramos. Todos los estiletes de Spahija naufragaron con estrépito. El único que intentó tirar del carro fue Granger, aunque más por acierto que por fe con sus heroicos triples desde nueve metros. El uruguayo destapó el tarro de las esencias con una precisión propia de un cirujano y levantó casi por sí solo a un grupo resignado y melancólico.

Y es que, cuando la suerte de los vitorianos estaba casi echada tras ese 57-36 establecido por un triple de Bacon en el minuto 26, el Baskonia extrajo fuerzas de flaqueza y metió el miedo en el cuerpo a su poderoso adversario. Con una mejoría notable atrás, salió de la tumba y se redujo la diferencia hasta el 65-61. Suplentes como Marinkovic y Tadas aportaron la frescura imprescindible atrás y Peters, inteligente como pocos, también brilló a la la hora de hurgar en los contados puntos débiles de la defensa francesa.

Entre las notas negativas hubo que ubicar a Baldwin y Giedraitis, que ni siquiera embocó tiros libres. La puntilla llegó a cargo de Bacon y un veterano como Thomas, que castigó en el epílogo a un Baskonia con las fuerzas al límite con su versatilidad.