Anotó Baldwin a 3,6 segundos de la conclusión y falló Llovet sobre la bocina. Respiro de alivio. El Baskonia vivió en el alambre durante los cuarenta minutos en el Principado de Andorra, pero finalmente rescató una victoria angustiosa gracias a una canasta del base estadounidense. Reclutado para firmar acciones ganadoras de este calibre -algo que hasta ahora ha hecho en contadas ocasiones-, Baldwin fue el héroe de un Baskonia obligado a remontar 16 puntos.
Esa penetración repleta de personalidad y potencia física tras fintar a Paulí, coronada con la mano derecha, evitó una nueva decepción del Baskonia, sometido en muchas fases del partido pero que finalmente supo activar algunos resortes de una plantilla muy corta para rubricar una meritoria remontada. Una victoria para ganar algo de confianza en vísperas de una semana trascendental con la Copa del Rey en juego, si bien la titubeante imagen azulgrana en ciertos tramos volvió a estar muy alejada de lo que debería ser un grupo armónico, coral y comprometido al maximo.
El Baskonia volvió a protagonizar una gélida puesta en escena que le obligó a realizar el enésimo sobreesfuerzo físico y mental. En menos de cinco minutos, el Andorra se fue hasta los 20 puntos tras circular a través de una alfombra roja en ataque y encontrar cómodas opciones de tiro. Miller-McIntyre castigó la desidia de Baldwin y se convirtió en un demonio para la pusilánime defensa alavesa, mientras que Diagné hizo un descosido a los pívots azulgranas con su precisión desde la larga distancia.
El ingreso de Sedekerskis y Kurucs alivió mínimamente a un Baskonia necesitado de una transfusión sanguínea para meterse en el encuentro. Las ganas de los canteranos contrastaron con el triste espíritu de algunos jugadores incapaces de tirar del carro. El Andorra mordió en cada acción defensiva y colocó un elevado listón físico que se le atragantó al cuadro vitoriano durante muchos minutos, aunque dicha efusividad tuvo en ocasiones el contrapunto del peaje de las faltas.
Tras permanecer en el rincón de pensar, Baldwin se entonó en ataque en el segundo cuarto erigiéndose en el faro de la remontada. El estadounidense se envalentonó después de recibir una técnica y capitaneó un parcial de 4-18 que devolvió la fe a los alaveses. El Baskonia estuvo a punto de despeñarse antes del intermedio con una desventaja de 16 puntos (36-20), pero minimizó los daños y comenzó a ver la luz al final del túnel.
Tuvo que ser Baldwin quien muchos minutos después devolviera la iniciativa al Baskonia en el marcador con otra bomba desde el 6,75. Al margen de ser el sostén anotador, el de Nueva Jersey -cuyo primer fallo a canasta se produjo en el minuto 25- también fue por momentos un buen generador de juego.
Cuando lo peor había pasado, surgió otra vez la versión más desconcertante del Baskonia. Numerosos ataques carentes de rigor precipitaron un nuevo despegue del Andorra, que encontró en la muñeca de Morgan a otro de sus mejores antídotos para frenar el ímpetu vitoriano. La latente amenaza de McIntyre no desapareció en ningún momento y el cuadro del Principado también mostró su peligrosidad en el juego de transición.
El partido encaró los últimos diez minutos con una dinámica de máxima igualdad después de que el Baskonia hiciera la goma en varias fases. Pese a la falta de pegada de Giedraitis o la mordiente justa de Enoch, desplazado del primer plano por el buen hacer de Costello, el cuadro de Spahija se agarró al partido gracias a un apagafuegos inesperado. Cuatro triples de Kurucs impidieron el despegue del Andorra. El letón se echó el equipo a su espalda de forma admirable, pero Spahija optó por retirarle de la cancha cuando su muñeca vivía el momento más dulce.
El intercambio de golpes fue una constante mientras el Andorra sufrió el sobresalto de la pérdida de Diagné por un terrible costalazo. Ambos equipos, eso sí, rivalizaron en errores en el epílogo, un tramo presidido por la defectuosa selección de tiro en ambas canastas. Costello, que firmó un notable trabajo de fontanería pero al que se le encogió el brazo desde la larga distancia, se jugó más balones de los necesarios.
En medio de groseros fallos de unos y otros, fue Baldwin quien desatascó un partido en el que Llovet se disfrazó de perdonavidas con esa concesión a tres metros del aro que negó la gloria a los locales.