Reapareció en Zaragoza el Baskonia fantasmagórico y escasamente competitivo de buena parte de la temporada. No hay atenuantes posibles para justificar una actuación de este calibre pese al maquillaje acontecido tras el intermedio.

Ni el suspense de las horas previas respecto a la celebración del choque tras el falso positivo de Neven Spahija ni la propia ausencia del técnico croata, que cedió el testigo a David Gil, constituyen una coartada para un plantel de nuevo irreconocible. No pudo escoger peor día el ayudante vitoriano para ponerse al frente del equipo, incapaz de plantar cara a un modesto de la Liga ACB que le pasó por encima con una facilidad asombrosa.

La primera parte perpetrada en el Príncipe Felipe pasará por méritos propios a los pasajes más negros de la historia del club azulgrana. Golpe bajo que, más allá del perjuicio a nivel clasificatorio, devuelve al Baskonia a la casilla de salida en una campaña donde no termina de enderezar el rumbo. Sobró literalmente una segunda mitad donde todo el pescado ya estaba vendido y algunos jugadores -léase Enoch, Marinkovic y Giedraitis- tan solo se dedicaron a maquillar sus números.

Tras la victoria con tintes épicos en Múnich, la imagen alavesa estuvo en esta ocasión a años luz de lo esperado con un rendimiento raquítico que ni el más pesimista del lugar esperaba en una pista, a priori, asequible. El Baskonia defraudó por completo en una jornada trascendental de cara a la consecución del pasaporte copero y deberá aguardar a las dos últimas jornadas de la primera vuelta para asegurar su presencia en Granada en febrero del 2022.

Faltó baloncesto y, he aquí lo peor, actitud en un partido donde nadie opuso algo de vergüenza torera para capear el vendaval maño. El baloncesto dinámico y electrizante del Casademont contrastó con el encefalograma plano del Baskonia, un visitante tibio y sin alma que no hizo acto de presencia.

El partido ya arrancó de manera desfavorable para los intereses alaveses pese a la mordiente de un Baldwin empeñado en demostrar su calidad con sus célebres costa a costa. Los problemas defensivos ante Bone y Mobley, los vertiginosos pequeños del Zaragoza, pusieron en órbita a un anfitrión de gatillo fácil.

La ternura de Enoch en el marcaje al versátil Thompson constituyó otro problema añadido para el Baskonia y el conjunto maño protagonizó el primer despegue de consideración tras un parcial de 12-0 que obligó a David Gil a solicitar su primer tiempo muerto.

El ayer primer técnico vitoriano trató de buscar rápidamente soluciones en el banquillo con la tempranera entrada de Costello, Fontecchio o Nnoko. El camerunés, que se vio intimidado por Hlinason, dio la de arena con tres fallos seguido en el tiro libre. Yusta amplió el parcial abierto con dos tiros libres mientras se sucedían los fallos en los tiros abiertos -Ponsarnau alternó la defensa individual y zonal en las filas locales- y la apuesta por el juego interior resultaba inexistente.

El Baskonia volvió a ser un equipo volcado hacia el perímetro, inoperante en todas las facetas, lastrado por un rigor justo y, para colmo de males, enemistado con el acierto. Las cómodas suspensiones de Fontecchio se estrellaron ante el aro maño y el Zaragoza abrió una brecha definitiva al comienzo del segundo cuarto en medio de la desorientación más absoluta.

Costello, que se ganó una doble técnica y fue descalificado en los segundos previos al intermedio, fue la viva imagen de la frustración y la impotencia. El pívot, que no fue la única nota negativa, se borró de la velada con sus reiteradas protestas al trío arbitral.

El parcial de 0-7 con que se inició el tercer cuarto o el esperanzador 83-74 del minuto 38 tras la subida de líneas fueron un espejismo porque el Zaragoza, tras un tiempo muerto de Ponsarnau, reprodujo las pesadillas alavesas en una noche para olvidar. Los triples de Waczynski y Bone fueron la puntilla. Sin tiempo para digerir otro varapalo, aterriza este jueves en el Buesa el líder de la Euroliga. Un Barcelona que, pese a sus muchas ausencias y el brote de covid-19 que afecta a su vestuario, infunde mucho temor.