El CSKA hincó la rodilla el pasado miércoles en el Palau pese a una de las versiones más punzantes e incisivas de Johannes Voigtmann, uno de los muchos jugadores que ha integrado el trasvase Vitoria-Moscú en los últimos años. El elegante poste alemán fue el principal catalizador de la remontada rusa en el tercer cuarto -saldado con un parcial de 13-33- merced a cuatro triples consecutivos en la cara de Nikola Mirotic. El hispano-montenegrino, eso sí, se tomaría más tarde su particular venganza para retratar la inestabilidad del rival azulgrana de esta noche.
Siempre con los dos pies perfectamente plantados en el suelo y con una envidiable seguridad en sí mismo, uno tras otro fueron besando la red blaugrana cada uno de los misiles enviados por el exbaskonista, al que no se le puede dejar ningún metro en una de esas noches de inspiración que, para su desgracia, llegan tan solo de forma esporádica. Su mecánica de tiro es bien conocida en Vitoria con esa parábola del balón que amenaza incluso con tocar el techo de cualquier pabellón.
Con 21 puntos y 6 rebotes gracias a una espectacular carta de tiro de tres de 6/10, Voigtmann se convirtió junto a Shengelia en el único argumento al que se agarró el CSKA para conquistar un Palau más inflamado que nunca. Sin embargo, el recinto catalán ejerció, a la postre, su conocido efecto intimidatorio para engullir al cuadro de Dimitris Itoudis.
El teutón se quedó a tan solo dos puntos de igualar su tope anotador de la Euroliga, que data del 29 de diciembre de 2016 cuando por entonces vestía la camiseta del Baskonia. Ese día se fue hasta los 23 puntos un híbrido entre el cuatro y el cinco que durante su trienio como azulgrana nunca dejó indiferente a nadie.
La entendida afición baskonista supo reconocer su indudable calidad, pero al mismo tiempo también fue crítica con su tibieza bajo los aros, su ternura atrás -algo que Brandon Davies volvió a poner al descubierto en el último compromiso continental- y, sobre todo, esa falta de carácter que le hacía pasar de puntillas por excesivos partidos.
Pese a esa versión de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, era obvio que una vez acabara su contrato en el Baskonia -en los meses previos al verano de 2019 desestimó varias ofertas de renovación de Josean Querejeta ante su deseo de probar nuevos retos en su carrera-, sería un jugador muy cotizado. Finalmente fue el CSKA quien echó sus redes sobre él con un contrato bianual que se ha visto ampliado hace escasos meses hasta 2023.
Voigtmann cumple hoy en día su tercera temporada en el gélido invierno ruso con la doble certeza de que es uno de los indiscutibles pilares de la cuerda interior del CSKA -Milutinov está sin ritmo tras su lesión- y, gracias a su facilidad para abrir el campo, un socio ideal con el fin de que Shengelia busque las cosquillas a sus pares en el juego de espaldas al aro.