Nos ilustraba el añorado Manel Comas sobre la táctica del conejo que a veces utilizaba, sobre todo cuando se sentía inferior al rival. La estrategia consistía en no despegarse demasiado en el marcador, aunque siempre por detrás para que el adversario fuera confiándose, y asestar el golpe definitivo, ponerse por delante, cuando al enemigo ya no le quedaba tiempo para reaccionar. El Baskonia de esta última semana ha sido inferior a sus rivales, sin opciones ante el Fenerbahce y ayer sin las fuerzas suficientes siquiera para poder culminar la táctica del conejo. Un 0-6 inicial dio paso a un partido bastante igualado aunque siempre con el Maccabi por delante.

El Baskonia no se veía en ningún momento perdido aunque en algunos instantes las diferencias sobrepasaron la decena de puntos. Pero Wilbekin, la principal amenaza hebrea, estaba bien controlado. Y tampoco otros hombres importantes del Maccabi como Zizic o Bender se encontraban en absoluto cómodos sobre el parqué.

Las ventajas locales las sustentaban actores a priori secundarios como Jones, Caloiaro o Dibartolomeo. Era de prever que a todos ellos se les encogería la mano en los momentos calientes y que el Baskonia acabaría imponiéndose si acababa de maniatar a los teóricos protagonistas del Maccabi.

En efecto, cada cuarto era prácticamente un punto de partida. Cinco puntos de desventaja en el primer cuarto (26-21), cuatro al descanso (47-43) y unos algo más preocupantes ocho (68-60) a falta de los últimos diez minutos.

El despertar de Hunter, auténtico verdugo en el partido de ida en Vitoria, pareció estirar demasiado el marcador en contra del Baskonia (71-60). Pero el equipo vitoriano aún pudo volver a agarrarse al partido con un par de triples de Peters, otro de Giedraitis y una canasta de Henry (75-71).

Los importantes del Baskonia entraban en acción justo a tiempo para desconcertar al enemigo. Y llegaron los tres últimos minutos, el momento clave donde Manel Comas intentaba remachar victorias teóricamente imposibles.

Y así pareció que iba a ocurrir. Al Maccabi se le encogieron las manos y empezó a encadenar ataques fallidos después de un partido en el que ninguno de sus jugadores se cortaba un pelo a la hora de lanzar.

Henry y Giedraitis habían vuelto a recortar las distancias (80-76) y todo parecía preparado para el último y definitivo golpe baskonista. Pero no. Fue el hasta entonces desaparecido Wilbekin el que resucitó a su equipo con un triple y Bryant el encargado de terminar de convencer a los vitorianos de que no tenían nada que hacer esa noche. La jugada en la que Henry no pudo ni siquiera sacar de banda sin perder la posesión es ilustrativa de que la desesperación había cambiado de camiseta justo cuando el Baskonia confiaba en ganar.