Lo que ocurre con Sánchez es lo mismo que lo de su tocayo protagonista el cuento del lobo. Es altamente probable que esta vez esté actuando guiado por las emociones más primarias. En lo más profundo de mí, quiero creer que es así. Y más, después de haber escuchado a Daniel Innerarity en Onda Vasca contando que hace un mes estuvo con él y lo encontró totalmente abatido.
Sin embargo, hemos asistido tantas veces a sus birlibirloques diseñados desde sus maquiavélicos gabinetes de comunicación, que, como poco, hay un resquicio para dudar sobre si su despechada carta del miércoles y su petición de ¡cuatro días! de reflexión no son el enésimo montaje.
Y lo que hemos visto desde el momento en que se produjo el impactante anuncio parece abundar en esa teoría. En muy pocas horas, la fiel guardia sanchista ha planteado la cuestión en términos de o con él o contra él, sin posiciones intermedias.
¿Qué dirá el lunes?
Todavía peor es la traducción de esa fórmula en “O con Pedro Sánchez o con la ultraderecha” y el planteamiento del episodio como una lucha a favor de la democracia. De eso van las convocatorias de concentraciones en su favor que, como era de carril, ya se han ido produciendo.
Claro que la parte más complicada de entender del golpe encima de la mesa es el plazo tan largo hasta la resolución que ha impuesto su protagonista. Sinceramente, se hace difícil pensar que un estadista necesite todo ese tiempo para saber si quiere o no quiere seguir en el cargo.
Eso, sin contar con que, en caso de que finalmente opte por continuar, la explicación será compleja. ¿Nos va a decir acaso que las muestras de cariño recibidas le han dado renovadas fuerzas? Sonará a que se ha dejado querer.
La alternativa medio digna sería, como sugirió Carles Puigdemont, someterse a una cuestión de confianza. Es altamente probable que la sacara adelante, pero habría que convocarla en fechas electorales, con los muchos inconvenientes que eso conlleva.
Incluso si se decantase por dimitir –de Sánchez no se puede descartar nada, me apuntan desde varios flancos–, quedaría la impresión de que nos podría haber evitado este periodo de incertidumbre. Hagan sus apuestas.