- Hay partidos que se ganan por aplastamiento desde el salto inicial y otros en los que conviene ir cociendo a fuego lento al rival de turno para satisfacer el objetivo. El Baskonia escogió ayer esta segunda vía con el fin de cerrar su sangría de tres derrotas consecutivas. Pese a la alegría final que cierra la primera minicrisis de la temporada, la tropa alavesa no emitió los síntomas de rehabilitación definitiva y dejó un reguero de dudas en el ambiente. Si hizo los deberes fue más por la precariedad del Khimki y la terrible orfandad de jugadores en las filas rusas que por su buen hacer y solidez en todas las facetas.

Ni siquiera la baja de última hora de Peters contribuyó a nivelar las fuerzas en un partido muy desequilibrado donde el Baskonia sufrió más de la cuenta para imponer la lógica. La mayor frescura física y la ventaja numérica tan solo se plasmaron en la recta final ante un visitante con los plomos completamente fundidos. Entonces llegó la puntilla definitiva para un Khimki derretido por su titánico esfuerzo y necesitado de un balneario.

Polonara y Dragic, los boinas verdes de mayor confianza de Ivanovic, se aliaron para salvar los muebles y evitar un sonrojo en toda regla. Que los dos guerreros azulgranas, más allá de los fogonazos de calidad de Vildoza y del siempre silencioso Giedraitis, sacaran las castañas del fuego resultó sintomático de la discreta actuación azulgrana hasta bien entrado el encuentro. El italiano reiteró que es un soldado de oro con el que se puede acudir a cualquier batalla. En el caso del esloveno, un puñal en las penetraciones, demostró por fin un tono físico ideal tras salir de su lesión.

Quien pensara que la velada sería un camino de rosas ante el terrible parte de guerra de los rusos, estaba equivocado. Pese a presentar un plantel de absolutas circunstancias con seis bajas de peso (Shved, Jovic, McCollum, Timma, Mickey y Monroe), el Khimki quiso vender muy cara su piel. Lo demostró desde los primeros compases con su dictadura en el marcador o ese parcial de 0-10 en vísperas del descanso que frenó el atisbo de despegue azulgrana.

Booker se bastó por sí solo para destapar las débiles costuras del juego interior de Ivanovic, que en el cuarto inicial ya había alineado a sus tres cincos sin obtener dividendos de casi ninguno. El fornido pívot del Khimki no solo lució su buena muñeca sino también el juego de espaldas al aro y su habilidad en las continuaciones. Especialmente desesperante y triste fue la aportación de Fall, cuyo crédito en Vitoria empieza a agotarse a pasos agigantados.

A falta de Peters, cuyo esguince de tobillo le borró de la velada, Polonara asumió el liderazgo ofensivo. 14 de los 28 primeros puntos del Baskonia llevaron su firma, muchos de ellos desde la línea del 6,75. El cuadro vitoriano, donde Henry dispuso de un protagonismo inferior al habitual por culpa de unos vómitos, volvió a exhibir muchas dudas en el ataque posicional, careció de una buena versión de Vildoza al frente del timón y también incurrió en errores de bulto para culminar varias transiciones que parecían canastas fáciles.

Con el paso de los minutos, el Khimki trató de ralentizar el ritmo y estirar al máximo las posesiones con el fin de no verse consumido por el agotamiento físico. Karasev quedó fuera de combate en la primera mitad y la escuálida rotación de Kurtinaitis se vio todavía más reducida. Entre el paulatino desfondamiento ruso y que el Baskonia subió alguna marcha más su intensidad, el partido comenzó a discurrir por los parámetros esperados a partir del tercer cuarto.

La inercia del partido benefició por pura lógica a los hombres de Ivanovic, que colocó a Diop como sombra de un dominante Booker con el fin de reducir a la solitaria amenaza de Kurtinaitis. A falta de brillantez y huérfano de la excelencia ofensiva, el conjunto vitoriano tiró de oficio para cerrar un partido sin excesiva historia. Con el cansancio ruso plasmado de lleno en el Buesa Arena, Vildoza y Giedraitis camparon a sus anchas para provocar un marcador muy generoso con los méritos azulgranas. Aunque los hombres de Ivanovic se quitaron un peso de encima, las dudas permanecen todavía intactas y la necesidad de reforzar el perímetro resulta cada vez más imperiosa ante la paulatina pérdida de pujanza de los canteranos.

las claves

Escasa brillantez. Durante tres largos cuartos, el Baskonia fue incapaz de plasmar la superioridad esperada ante un Khimki muy disminuido y derretido por el esfuerzo en el epílogo. El equipo vitoriano supo madurar un partido sin ninguna historia por el precario estado físico y las bajas tan importantes en el conjunto de Kurtinaitis.

El corazón de dos guerreros. Polonara y Dragic confirmaron que se puede ir con ellos a cualquier guerra. Dos boinas verdes de la extrema confianza de Ivanovic que se echaron el equipo a la espalda en los momentos más comprometidos. Cuando el Khimki ya agonizaba, apareció la calidad de Vildoza y Giedraitis para rematar la faena.