- El mapa del baloncesto europeo está sufriendo en los últimos tiempos alguna convulsión significativa. A excepción de las persistentes amenazas del ínclito Dimitris Giannakopoulos, dueño del Panathinaikos, con abandonar el paraguas de la Euroliga, Jordi Bertomeu dirige una organización estable, consolidada y huérfana de fisuras en la que no hay deserciones ni puntos de desencuentro entre los restantes propietarios de una licencia A.

Sin embargo, algo sí está empezando a cambiar a un segundo nivel, donde se ubica la Eurocopa, que pese a conceder desde el pasado curso la oportunidad a su campeón y finalista de dar el salto a la máxima competición continental está asistiendo últimamente a la masiva marcha de equipos con destino a la FIBA, cuya amenaza es creciente a la hora de equipararse en prestigio con el segundo torneo europeo.

La explicación que justifica este trasvase no es otra que los suculentos ingresos que el máximo organismo de la canasta ofrece por participar en la BasketballChampionsLeague, en la que han tomado parte esta campaña por parte de la Liga ACB el Zaragoza, el Burgos, el Tenerife y el Manresa. Por el matrimonio con la FIBA, según diferentes informaciones, los equipos pueden ingresar en sus arcas la nada desdeñable cifra de 350.000 euros, un bonus fijo que sube en el caso de ir superando eliminatorias.

Desde que se hizo oficial la cancelación definitiva de la Euroliga y la Eurocopa debido a la pandemia del coronavirus, varios clubes de un segundo nivel europeo han abandonado a Jordi Bertomeu. La mayor desbandada tiene como centro neurálgico Turquía, donde el Galatasaray, el Tofas Bursa y el Darussafaka ya han decidido alistarse con la FIBA. El Rytas Vilnius, a la sombra del Zalgiris en Lituania, también ha seguido los mismos pasos y se especula con que el histórico Limoges también unirá su destino en breve al de la FIBA, que no ceja en su empeño de debilitar a la hermana pequeña de la Euroliga. Tras convencer al Bilbao Basket, España es otro país donde el máximo organismo de la canasta quiere echar sus redes. El Unicaja ha recibido una propuesta para cambiar de aires, al igual que sucede con el Cedevita y el Buducnost en la Liga Adriática tras la negativa de un Partizan que hasta el último momento ha soñado con una wild card para participar en la Euroliga 2020-21.

Cabe recordar que la BasketballChampionsLeague también concede un premio de un millón de euros al campeón, prácticamente el triple de lo que gana el rey de la Eurocopa, y se hace cargo en su totalidad de los costes del arbitraje. Con dinero fresco para repartir entre sus participantes, la FIBA trata de arrebatar piezas estratégicas a un Jordi Bertomeu cuya determinación de que la próxima Euroliga acoja a los mismos 18 equipos de esta edición ha levantado ampollas entre varios clubes de la Eurocopa. Y todo ello sin obviar su viejo anhelo de expandir la competición a mercados con todavía poco o nulo arraigo como el italiano, el francés, el alemán o el británico.

"El formato de la Eurocopa empieza a ser una carga para los clubes. El único objetivo de un equipo turco en esta competición es jugar la Euroliga. Aunque seas campeón de Turquía, no puedes ir a la Euroliga. No lo encontramos sostenible", subrayó recientemente el director general del Tofas Bursa para justificar su decisión de embarcarse en la FIBA.

Esta guerra por el poder dentro del Viejo Continente vive hoy un nuevo capítulo con la rueda de prensa convocada por Giannakopoulos en Atenas. El propietario del Panathinaikos, único club contrario a cancelar este curso la Euroliga, mantiene en vilo al baloncesto europeo con los anuncios que haga públicos. Su cruce de declaraciones con Bertomeu después de que este reconociera en una entrevista que "si abandona la competición, vendrá otro" -en alusión a la Virtus Bolonia- ha avivado un incendio de consecuencias imprevisibles.