Si hay una posición en la que el Baskonia ha sido castigado en la presente temporada, esa es evidentemente la de base. Con los tres directores de juego con los que inició el ejercicio (Granger, Vildoza y Henry) en el dique seco como consecuencia de sus diferentes problemas físicos, el equipo actuó ayer en Málaga con el recién llegado Christon y el inexperto Sergi García como encargados de llevar el timón de la escuadra alavesa sobre la pista. Y al igual que sucedió también el pasado jueves en Atenas, el Kirolbet volvió a ser un grupo desnortado.

Un plantel con enormes dificultades para mantener el rumbo deseado y que fue incapaz de contener mínimamente la enorme sangría de errores continuados que derivó en la desaparición del equipo del Martín Carpena y la consumación de la derrota a la conclusión de los cuarenta minutos. Un tropiezo que, sin embargo, ya se intuía desde bastante antes. Porque lo cierto es que la escuadra de Dusko Ivanovic prácticamente en ningún momento transmitió la sensación de ser capaz de pelear de verdad por el triunfo.

Y esa es una de las grandes preocupaciones que deja la comparecencia vitoriana en Málaga. La estampa de un conjunto que vuelve a parecerse peligrosamente al que se encontró el técnico montenegrino a su regreso al Busa Arena. Tirando la toalla antes del k.o. por los muchos golpes recibidos previamente y sin esperanza ni fe algunas en la posibilidad de revertir la situación.

Un evidente retroceso en lo que, con toda seguridad, ha tenido mucho que ver la última lesión sufrida por Henry. Porque el Baskonia ya había sido capaz de asimilar las ausencias de Grangerm Garino y Vildoza y, poco a poco, conseguía dotar de un mínimo de solidez a su complicadísima recostrucción. Sin embargo, la fractura facial sufrida por el estadounidense en el choque contra el Khimki no solo ha afectado a sus huesos sino que, lamentablemente, también ha resquebrajado el renovado edificio azulgrana.

Sin la presencia sobre el parqué del hombre que se había convertido en el principal catalizador de las nuevas ideas que pretendía implantar Dusko Ivanovic, el equipo ha vuelto a quedarse sin timonel y cada uno de sus integrantes se limita casi siempre ha intentar librar la batalla por su cuenta.

Muy poco se le puede pedir todavía a un Christon que ayer disputó su segundo encuentro como baskonista y que al menos ofreció algunas pinceladas que permiten conservar una mínima dosis de esperanza pero resulta evidente que, a estas alturas, el Kirolbet no cuenta con el más mínimo margen para permitir adaptaciones tranquilas.

La competición no perdona y mantiene su ritmo infernal sin conceder la más mínima tregua. Como consecuencia, cuanto más tarde el Baskonia en encontrar a alguien que le marque el norte, más profundo será el agujero del que debe intentar escapar.