Vitoria - El Kirolbet Baskonia todavía es un equipo que se encuentra en plena fase de construcción y lo mismo se puede aplicar a su rival de ayer, el todopoderoso Barcelona. Pero, con bastantes menos recursos que su rival, fue capaz de ser competitivo y manejar el marcador durante muchos minutos, ya que el que acabó forzando la prórroga fue el cuadro culé con su remontada en el último cuarto. Hasta ahí, el equipo de Velimir Perasovic se había mantenido por delante gracias a un acierto excepcional en los lanzamientos y un gran trabajo defensivo que sirvieron para tapar errores graves con el balón, con una acumulación de pérdidas considerable. El cansancio por la escasa rotación del técnico croata -apenas utilizó nueve jugadores hasta la entrada en el tiempo extra de Ilimane Diop- condujo a cometer aún más errores en unos minutos finales en los que Svetislav Pesic se engancharon al partido gracias al rebote ofensivo y también a su constante viaje a la línea de tiros libres, con un Baskonia tremendamente penalizado por un arbitraje en exceso quisquilloso. Y, a pesar de acumular veinte pérdidas, de permitir trece rebotes de ataque y de recibir el castigo de 29 tiros, el conjunto azulgrana fue competitivo durante todo el encuentro, llegando sus peores minutos en un arranque fatal y en un final en el que se evidenció que las piernas ya no daban para mucho más.

En el lado positivo de la balanza hay que situar la velocidad con la que este equipo ha asumido la idea de juego de Perasovic. Su fortaleza defensiva le condujo a provocar muchos errores en el lanzamiento del Barcelona, unos bajos porcentajes que fueron acompañados de una tremenda fiabilidad al cerrar el rebote que permitió generar transiciones rápidas. Y, en el ataque, reparto de responsabilidades con Toko Shengelia como ejecutor principal y balones doblados al lanzamiento exterior, que por momentos funcionó a las mil maravillas, siendo Pierria Henry el maestro de ceremonias con sus siete asistencias.

El base vivió la cara y la cruz, pues sus pases de canasta vinieron acompañados de siete pérdidas de balón. Un aspecto que fue un lastre a lo largo de todo el partido y al que se le añadió en el cuarto final el rebote ofensivo de un Barcelona que encontró en Brandon Davies el factor decisivo para reengancharse al partido.

Los culés seguían fallando mucho, pero sobrevivían con las segundas oportunidades que les concedían los balones recuperados por su pívot y las pérdidas baskonistas. Amén de encontrar un camino sencillo hacia la anotación en las faltas, un apartado en el que el desequilibrio fue enorme -19 faltas locales por 27 visitantes, con 29 tiros libres culés por los 9 vitorianos- cuando un Baskonia ya agotado se vio castigado -con excesivo celo ante contactos muy leves- por un criterio arbitral de lo más dudoso.